Capítulo XVI: Hay situaciones incómodas y luego está esta

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El paso de los días es semejante al recorrido de un río, por mucho que haya momentos que detengan la percepción de su flujo, este terminara siguiendo su cauce. Tanto así que en un pestañeo a velocidad de vértigo se encontraron próximos al cumpleaños de Ramsés, el cual era el 27 de agosto. El plan de Loren de ir ese fin de semana a Mar del Plata, se vio interrumpido por el último ensayo para el concierto, esto le impidió siquiera pensar en otra cosa que no fuera la presentación, no por nada el concierto sería el 28 de ese mismo mes.

Los amigos de Ramsés se encontraban en la misma situación, hasta arriba de responsabilidades, haciendo que entre una cosa u otra, Ramsés entendiera que no estaría tan acompañado el día de su cumpleaños. Situación que realmente no le importó en lo absoluto, no veía necesario que todos hicieran un esfuerzo inhumano para compartir un día frívolo con él. Como él mismo le dijo a Loren; «Solo es un día más de la semana, no te preocupes».

Más a Ariela que nunca se le escapa nada, se encontró realmente en desacuerdo con Ramsés. Ariela veía más que importante el compartir esos momentos con las personas que quieres, dichos de su propia boca: «Que triste sería la vida si no compartimos fechas tan importantes como estas». Tanto se mantuvo esta semi disputa entre Ramsés y Ariela, que el primero terminó cediendo ante el apisonador interés del segundo.

—¡Ya sé qué haremos para tu cumpleaños! —exclamó Ariela alzando los brazos con emoción, mientras aún se encontraba recostada de Ramsés en un banco cercano a la costa.

—¿Sí? —preguntó Ramsés fingiendo pésimamente que estaba emocionado.

—Te golpearé —dijo Ariela destrozándole con la mirada.

—Lo siento... ¿Sí?, ¡que genial! —repitió esta vez con un mínimo de emoción.

—Como sea. ¿Qué tal si tenemos un almuerzo con tus padres?, creo que ya deberían conocer la hermosura de su nuera —dijo Ariela poniendo su ya acostumbrada pose de modelo de pestañas.

—¿Mis padres...? —preguntó Ramsés mirándola fijamente—. ¿Sigues con eso de los mangas?

—No... —dijo Ariela dudosamente mientras su mirada comenzaba a tambalear.

—Creo que eso podría no ser una muy buena idea —soltó Ramsés comenzado a voltear el rostro.

—¿Por qué? —preguntó Ariela desanimándose un poco, tan poco que podía parecer imperceptible.

—Digamos que son un poco aburridos...

—Eso no es problema, esta concha de mar también lo es —dijo Ariela colocándosela en la mano—. Pero es bonita, ¿no?

—Está bien, Ariela... pero trata de no esforzarte demasiado, solo será un almuerzo sencillo —dijo Ramsés colocándole la mano sobre la cabeza mientras le sonreía.

—No me trates como a un cachorrito... te voy a morder —dijo Ariela dándole un golpe en el pecho.

Cuando Ramsés llegó a casa se quedó un momento pensando sentado frente al escritorio, buscaba en su mente todas las situaciones que podrían salir mal. Pero en medio de esto vio la concha de mar en el escritorio, y con una sonrisa tonta se dijo a sí mismo: «Todo va a salir bien».

No costó demasiado convencer a los padres para tener aquel pequeño almuerzo con Ariela, de cierta manera estaban emocionados porque Ramsés pudo seguir adelante a pesar de todas las cosas que estaban ocurriendo en su vida, y de las que todavía no sabía. Aquel día tan especial para Ramsés llegó junto con el amanecer más esperanzador. No podía creer que todo estaba sucediendo realmente bien, solo faltaba ir a buscar a Ariela al centro. Sin embargo, justo antes de salir por la puerta de su casa, comenzaron a suceder una serie de circunstancias, las cuales no podía siquiera interferir.

Sinfonía a la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora