Capítulo XVII: Symphony No. 59 in A major, primer movimiento

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Hay momentos en los cuales es necesario salir de la rutina, caminar por otra calle, visitar una cafetería distinta, o en su contraparte, emprender un viaje para desconectarse de los afanes de una vida caída en la monotonía. Ramsés tenía esto muy presente en su nueva vida, tanto que llegó al punto de no poder dejar de observar por la ventana del tren con una sonrisa. Aunque Ramsés no le estuviese prestando mucha atención, Ariela no dejó de hablarle durante todo el trayecto hacia la capital. Tanto ella como el joven Ramsés entendían que esta podría ser una oportunidad única en momentos tan difíciles.

Los padres de Ramsés estuvieron a punto de cancelar aquel viaje de su hijo hacia la capital. Más al final comprendieron que Ramsés estaba por vivir momentos aún más complicados, así que este viaje podía ser una buena oportunidad para que su hijo tuviera un contacto con el mundo de afuera, ya no era un niño y debían darle el espacio que le fuera necesario.

De un momento a otro, Ramsés dejó de ver hacia afuera y posó su mirada en una temerosa Ariela, aquella se encontraba sentada sobre sus manos, observando hacia la ventana con una mirada pesimista.

—Creí que sería yo el que estaría asustado por este viaje... —dijo Ramsés apoyándose sobre su brazo al mismo tiempo que la miraba fijamente.

—Parece que fue ayer cuando tomé este tren hacia Mar del Plata —soltó Ariela sin dejar de mirar por la ventana—. Ese día tenía tanto miedo de lo que me tocaría vivir.

—¿Por qué regresar a donde no querías volver? —preguntó Ramsés sin realmente esperar una respuesta de parte de Ariela.

—No lo sé... solo sentí dentro de mí que sería el mejor lugar —respondió Ariela ahora sí volteando hacia Ramsés—. ¡Y mírate tú!, no pareciera que esta fuera tu primera vez viajando a la capital.

—Porque no lo es, Loren me contó que de joven solía venir mucho a la capital junto a mis padres —dijo Ramsés rascándose la cabeza—. Cosas que realmente no recuerdo.

—Yo de niña nunca vine, solo cuando me tocó mudarme con mi tía —dijo Ariela acercándose a Ramsés para jugar con uno de sus rizos.

—Tu tía... siempre me hablas de ella, ¿si tenemos un rato libre crees que podríamos ir a conocerla? —dijo Ramsés viendo con ambos ojos como Ariela jugaba con su cabello.

—Puede ser, hablaré con ella cuando vaya a su trabajo —dijo aún entretenida—. Vamos a ver si a ti si te da su bendición.

—Este plan tuyo de vernos en la sala de concierto del conservatorio no me da muy buena espina... —dijo Ramsés.

—Sabes que tengo que entregarle los recibos del departamento, si no, no me cree que gastó el dinero de manera adecuada —soltó Ariela mientras se reía—. Me conoce lo suficiente para hacerme viajar cada tres meses. Por qué crees que no traje mi cadena. Me mataría.

—Entonces tendré que llamar a Loren para que me vaya a buscar a la estación, le dije que no porque esperaba que fuéramos los dos.

—Lo siento, cariño... sé que no puedes vivir sin este angelito precioso, pero el deber me llama —dijo Ariela soltando el cabello de Ramsés para acomodarse bien en su asiento—. Tranquilo, no tardaré mucho, ¿no lo recuerdas?, no importa nada si estamos el uno para el otro.

—Nada... —balbuceó Ramsés mirando una vez más hacia la ventana.

Nada más llegar a la estación, Ariela tomó su bolso de mano, besó la mejilla del joven y salió corriendo a toda velocidad para hacer sus cosas a tiempo. Por su parte, Ramsés se vio totalmente solo en la estación del tren, así que no le quedó más que sentarse en un pequeño bordillo para esperar a Loren. Pasados más de cuarenta minutos Ramsés recibió una llamada desconocida, por regla general no solía responder a este tipo de llamadas, pero al verse en aquella situación no tuvo de otra más que responder.

Sinfonía a la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora