Capítulo XXVII: Decisiones

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Patricia se encontraba en el cafetín totalmente afectada, estaba por perder a su hijo y no podía hacer nada para evitarlo. Pocas cosas son peores que ver como tu familia se desmorona a pedazos. Toda aquella presión hacía que la Artrosis de sus manos comenzara a doler aún más —si es que eso era posible—.

Llegado un momento su hermana Alexandra puso atención a sus expresiones de dolor acompañadas de la acción de sujetarse la muñeca. Tales acciones fueron tan notorias que esta última no pudo evitar sentarse con su hermana menor para preguntarle:

—¿Ahora que te sucedió?

—Eso no es de tu incumbencia —dijo Patricia recostándose del espaldar de la silla.

—Ya veo de donde Ramsés saco lo insolente... —soltó Alexandra—. Patricia Matheus, dime que te sucedió en la muñeca.

—No me llames así, ese apellido ya no significa nada para mí... ustedes no significan nada para mí —recalcó la testaruda Patricia.

—Lo quieras o no, perteneces a la familia —dijo Alexandra mirándole fijamente.

—De que me vale tener este apellido si nunca fui suficiente para ustedes... —soltó Patricia con la voz comenzando a quebrarse.

—¿No hemos hablado en más de veinte años y vas a seguir actuando como una niña? —dijo Alexandra tratando de calmarse.

—¡Maldita sea! ¿Tanto te cuesta aceptar que no debí quedarme en la familia? —dijo Patricia alzando la voz—. No demostré nada... no sé por qué se quedó conmigo...

—Patricia... «Padre» vio algo en los tres, no sé qué fue, pero nos aceptó como hijos suyos, nos dio una identidad, una vida y una familia —dijo Alexandra con un nudo en la garganta.

—Estúpida tradición... —dijo Patricia entrecerrando los ojos.

—Pues ella nos dio una oportunidad, quizás sin ella ningún de los tres seguiría vivo.

Las palabras de Alexandra retumbaron en la cabeza de Patricia como un címbalo perfectamente afinado, después de unos pocos segundos en silencio Patricia le preguntó a su hermana sin dejar de mirar hacia la mesa:

—¿Cómo está D'Angelo?

—Está bien, hace como un año le hicieron una exposición en México —soltó Alexandra un poco apenada por lo que habían hablado hacía unos segundos atrás—. Patricia... lamento todo lo que sucedió con Pablo...

—No, entiendo todo lo que sucedió... los últimos dos novios que había tenido tampoco es que fueron las mejores elecciones de mi vida —dijo Patricia riéndose un poco.

—Si, el muchacho rubio... ¿cómo era que se llamaba? —comenzó a decir Alexandra tratando de acordarse a la vez que no paraba de reírse con su hermana.

—¡Dylan! —dijo Patricia sin acordarse mucho.

—¡Dylan! —gritó Alexandra entre risas—. La verdad que elegías muy mal... pero veo que Pablo sí resultó ser un buen tipo.

—Sí... —soltó Patricia volteando a verle dormido en un sofá que estaba en el cafetín—. Tengo Artrosis desde hace más de cinco años...

—¿Qué? —exclamó más que preguntó Alexandra entendiendo lo doloroso que suponía dicha enfermedad.

—No hemos tenido mucha libertad financiera últimamente, así que no he podido tratarme para disminuir el dolor —dijo Patricia bajando la mirada—. Era mucho más importante que Ramsés pudiera mejorarse...

—Patricia... no sabes cuánto lo siento —dijo Alexandra viendo como su hermana comenzaba a lagrimar viendo hacia la mesa.

—No me importaría dejar de pintar con tal que él pudiera vivir...

Sinfonía a la LocuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora