Los cinco días que Ramsés le había ofrecido a Darío, a la larga se vieron transformados en dos semanas. La relación que tenía el joven Darío con sus padres parecía no arreglarse de ninguna manera, motivo más que suficiente para que no pudiese encontrar otro lugar en el cual quedarse. Por su parte Ramsés —convencido por Loren—, tomó la iniciativa para invitar a Ariela a una cita, él quería descubrir lo que realmente ella significaba para él. Sin embargo, la idea que tuvo no fue la más acertada.
—Sé que quieres hacer lo mismo que yo, ¿pero por lo menos podrías dejar de empujarme? —dijo Ariela siendo empujada desde la espalda por Ramsés.
—Calma, agarraremos un bus cualquiera —dijo Ramsés alzando la mirada.
—Que falta de creatividad, amiguito —soltó Ariela dejándose llevar.
—¿Te parece un bus de este andén? —preguntó Ramsés al llegar al lugar.
—Aquí solo se agarran autobuses para las cercanías de la ciudad... —replicó Ariela un tanto confundida.
—Bueno... puede haber lugares interesantes dentro de la ciudad —dijo Ramsés viendo hacia todos lados.
—Touché —dijo Ariela comenzando a caminar por el andén.
Estuvieron viendo los autobuses por un buen rato, pero no subieron a ninguno. No obstante, al llegar a una fila corta en el fondo del andén Ramsés curiosamente le dijo a Ariela señalando el autobús:
—¿Podemos montarnos en este?
—Cuál sea, ya me quiero ir... —dijo sintiendo que algo estaba mal.
Después que Ramsés pagara y ambos se sentasen en unos de los primeros asientos, Ariela logró escuchar un pequeño fragmento de la conversación que tenía el conductor del autobús con un pasajero: «Termino este último viaje a Bahía Blanca y me voy a casa, he estado toda la noche trabajando sin parar». Esas dos palabras retumbaron en su mente como un címbalo estruendoso: «Bahía Blanca». Tal situación provocó que su mirada cambiara totalmente y comenzara a murmurarle a Ramsés:
—Ramsés... vámonos de aquí...
—¿Qué sucede? —preguntó este la segunda vez que logró restarle atención.
—Me voy a bajar... —dijo ella con la mirada perdida.
—Pero Ariela, ya pagamos y estamos a punto de salir —replicó el joven.
—No te estoy pidiendo permiso —dijo Ariela levantando y pasando por encima de él para bajarse del autobús.
Cuando Ramsés se bajó del bus, el chico al cual le había pagado los dos puestos le intento decir:
—¡Oye!, la chica que me dijiste que estaba contigo...
—Lo sé, se acaba de bajar —soltó Ramsés levantando la mirada para intentar ver hacia donde se había ido Ariela—. No tomaremos el bus, lo siento.
—No hay problema —dijo el chico buscando devolverle el dinero sin entenderle mucho. Sin embargo, Ramsés siguió su camino guardándose los boletos.
El joven comenzó a sentir una presión en el corazón a medida que la buscaba y no la encontraba. Sabía que todo había sido su culpa. Pero gracias a un golpe de suerte pudo verla recostada en la pared de un callejón sin salida dentro del mismo andén.
—Te dije que no tengo ningún motivo por el cual regresar a aquel lugar... —le susurró Ariela sujetándose los brazos—. No necesitas involucrarte más en mi pasado.

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Sinfonía a la Locura
Teen FictionLa vida puede ser muy diferente a partir de un mal día. Todos los ingredientes están en la mesa; un joven con ganas de vivir, un trauma de la infancia, un accidente automovilístico y una enfermedad que le destroza la percepción de la realidad. ¿Qué...