La densidad de la tensión que yacía en la habitación de Ramsés era tal, que hasta con un hilo se podía rebanar. El joven se encontraba acostado en su cama, dándole la espalda a la ventana y escritorio, lugar en el cual se hallaba Ariela sentada con la mirada baja y las manos en la cabeza. El silencio de la habitación era tanto, que ni la respiración de ambos se lograba escuchar.
—Eres una alucinación —volvió a remarcárselo Ramsés por doceava vez.
—Maldita sea, ya lo sé —gritó Ariela con algunas lágrimas borradas en sus mejillas—. Me lo has dicho cien veces ya, no sé qué esperas de mí...
—Yo tampoco sé qué espero —gritó Ramsés de vuelta.
—¿Tú crees que esto no me duele a mí?, soy yo la que se acaba de enterar que es parte de la imaginación de un idiota —acotó Ariela volteando hacia otro lado—. ¿Qué esperas que te diga?
—¿El por qué?, ¿por qué todo esto?, ¿por qué yo? —soltó Ramsés.
—Quisiera saberlo, de verdad... quisiera poder responderte, pero no lo sé —susurró Ariela sintiendo un nudo en su garganta.
—Entonces todo fue una estúpida mentira de mi cabeza... —se dijo Ramsés a sí mismo.
—Deja de decir eso... maldición —soltó Ariela volviendo a borrar otra lágrima que intentaba bajar por su mejilla.
—¿Qué otra cosa me voy a decir?, llevó más de un año conociéndote y todo, ¡Todo!, fue mentira —dijo Ramsés volteándose hacia Ariela, para inmediatamente gritarle—. ¿Qué tan nivel de loco crees que me siento? ¡Maldita sea!, hasta me acosté con una maldita alucinación.
En ese mismo momento, Ariela se levantó del escritorio en el cual se encontraba sentada, y de manera rauda se acercó a Ramsés, para entonces, en un abrir y cerrar de ojos, asentarle una bofetada con todas sus fuerzas. Dicha acción dejó al joven Ramsés viendo hacia el suelo, este sin levantar el rostro comenzó a subir la mano para tocarse la mejilla que había sido abofeteada, el dolor punzante en la misma parecía más real que la vida.
—Y yo con un idiota... —soltó Ariela soltando la bocanada de aire que había mantenido durante esos segundos—. Realmente creí que si estábamos juntos no te importaba nada... pero ahora veo...
—Nada de eso fue real —murmuró Ramsés aun viendo hacia el suelo.
—Para mí lo había sido... —terminó de decir Ariela dándose la vuelta.
Al quedarse en silencio se dirigió a la puerta para irse, no sin antes voltear de reojo hacia atrás, más, al verle aun mirando hacia el suelo, sintió como lo poco que quedaba de su corazón, empezaba a despedazarse. Así que se quitó el collar que le había dado Ramsés en su cumpleaños, y lo dejó caer al suelo.
Real o no, el dolor de su mejilla se mantuvo, al igual que aquel vacío que comenzó a devorarle por dentro. Al levantarse de la cama y caminar hacia la puerta de su habitación, la frustración se hizo con él, ya no tenía ni intención de controlarse.
En toda la casa se podía escuchar los golpes que le estaba dando a la pared, mientras maldecía con rabia una sola lágrima salió de su ojo derecho. Aquella bajó lentamente por su piel oscura como la noche, y cayó al piso al mismo tiempo que la madre del joven llegaba a él, para abrazarle y calmarle.
Mientras esto sucedía, en la casa de al lado, justamente en las escaleras interiores, se encontraba Loren sentada sujetando sus piernas con fuerzas. Desde aquel lugar pudo escuchar todo lo que había sucedido, y esto no hizo más que afianzar la decisión que había tomado la noche anterior en el hospital.

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Sinfonía a la Locura
Roman pour AdolescentsLa vida puede ser muy diferente a partir de un mal día. Todos los ingredientes están en la mesa; un joven con ganas de vivir, un trauma de la infancia, un accidente automovilístico y una enfermedad que le destroza la percepción de la realidad. ¿Qué...