TÚ [Tonick] H.H. #1

02.

El retumbante dolor de cabeza que incrustó a Tony, lo tuvo enderezándose sobre su trasero en una cómoda superficie, con su mano tocando su frente. Se sentía sofocado pero no en un modo íntimo, el calor aún se adhería en su sistema inmunológico como una flameante onda que solo afectaba en él. Cerró sus cafeses ojos con fuerza y parpadeó constantemente antes de que la luz borrosa de la realidad se clarificara frente a él, visualizando así el espacio en que estaba encerrado.

Se reflejó un armario en su línea de visión. Un tocador femenino con rosas dibujadas en su pintura magenta original, el mueble solo se convirtió en su primera pista para advertirle de que no se encontraba en su habitación. Las cortinas blancas de la ventana a un lado del tocador de belleza, se ondeaban junto al ritmo del viento mientras el rayo solar que no tardo en cegar sus ojos, se colaba dentro del lugar.

Volvió a pasarse de copas anoche, ese hecho era innegable, pero el único problema era que no podía acordarse de nada de lo que sucedió y tampoco quería hacer un esfuerzo para hacerlo, decidió que evadiría la desgarradora punzada que clavaba su cerebro. Sintió su propia mano hacer un camino sobre su cuerpo y abrió sus ojos como platos cuando comprobó que estaba totalmente desnudo, despertando el adormecido sentido de la consciencia que había apartado hace un minuto.

¿Qué había hecho con su ropa? Sus grandes manos recorrieron sus duros pectorales, dilatados del frío, bajando hasta sus trabajados abdominales hasta sentir la censurada piel de su hombría exponerse contra sus dedos. ¿Qué demonios había pasado anoche? ¿En dónde mierda se encontraba?

En un rápido intento por escaparse de las dudas, salió de las sábanas que lo mantenían abrigado y se deslizó fuera de la reconfortante cama matrimonial que lo nutrió de un profundo sueño.

"Mierda, mierda" Murmulló una maldición cuando sintió la apatía del piso de mármol. La resaca aún estaba instalada en sus órganos y podía asegurar que el aliento matutino junto al sabor de los tragos, harían de su boca un motor de pestilencia como el hedor de un cadáver.

Se puso su apretada ropa interior que había encontrado a un lado de la pata de roble de la cama, e inmediatamente logro localizar sus pantalones que tendían sobre la mesita de noche a su lado. No sabía que había pasado pero lo único que tenía planeado ahora mismo era salir del lugar en que se había hospedado debido a su irreflexión, quería zafarse de cualquier tipo de inconveniente.

Cuando por fin la camiseta que usó para la competencia apareció en su búsqueda, percibió el movimiento de las sábanas sobre la cama. ¿Cómo rayos había pasado desapercibida la compañía que tenía a su lado al despertar? El enorme bulto se sacudió por unos segundos antes de que un arbusto desordenado de pelo se asomara por debajo de la tela, los hilos dorados se disparaban sin dirección alguna debido al desorden que ocasionaba el haber despertado luego de un profundo sueño irrecordable.

Lisas manos tantearon hasta llegar al rostro de la persona desconocida que se encontraba en la cama, sus finos dedos restregaron sus adormecidos ojos en un vano intento por despabilarse. Tony juró haberse tropezado con un ángel cuando el hermoso rostro delicado de una jovencita de piel acaramelada se volteó en su dirección, observándolo con un parpado cerrado y una sonrisa tempranera.

"H-hola" Escapó de su boca.

El bailarín no sabía que más decir y reprocharle el hecho de que durmieron juntos no es que fuera una apropiada opción. Su madre no crió a un patán.

"Buenos días" Su voz fue armoniosa, envuelta en un tierno gemido que hipnotizó al pelinegro. Ella se frotó un ojo dormitado para evitar el contacto con la fastidiosa luz del exterior "¿En dónde estamos, por cierto?"

No tenía ni puta idea. Tony parpadeó incontables veces.

"E-ehm... ehm" No supo qué decir, estaba nervioso. No solo por el hecho de haber dormido con una extraña, la belleza de la dulce chica tenía algo que remarcar en ese punto "No lo sé, recién acabo de despertar y encontrarme contigo."