03.

626 40 8
                                    

Despidiéndose de las amables chicas con un gesto de mano, Tony se vio engatusado en un suave beso por parte de los labios de Addison que lo hizo desear regresar al momento de los hechos donde se consumaron mutuamente en un carnal encuentro pero con su sistema despabilado esta vez. Justo cuando se separó de la sensual rubia y cerró la puerta a sus espaldas, el vehículo arrancó con apuro, dando por finalizada la aventura en la que ambos se tropezaron. El pelinegro enmarcó una mueca de tristeza, consciente de que no volvería a verla. No comprendía por qué los buenos ratos siempre tenían que durar poco.

A Tony lo dejaron varado en medio de la calle de su barrio, frente a las puertas de su casa. Su boca expulsó un aliento de predisposición, dispuesto a enfrentar a su hermano. No es que temiera lo que Ondreaz podría hacerle, simplemente no soportaba la idea de que este se sentiría decepcionado por culpa de su completa inmadurez. Tampoco estaba condenado a complacer a su hermano por toda la eternidad, él quería un poco de tiempo libre como todo adolescente. Aunque hubiera estado mejor si le hubiera comunicado al castaño con anterioridad.

"Aquí vamos, Tony." Se convenció a sí mismo en un suspiro. Arrastrando sus zapatos, aceptando su destino y tocando el timbre de su casa "No pasó nada malo, no hay nada de qué preocuparse" Una sonrisa ladina se estiró de sus labios "El idiota estará orgulloso de mí."

Apoyando la palma de su mano sobre un pilar de cemento a un lado de la puerta, la mirada bajó y decidió que el decorado de sus zapatos sería importante para su vista mientras esperaba hasta que su hermano levantara su perezoso culo para abrirle. Esperó, soltó aire comprimido, se movió de lado a lado, y tocó el timbre incontables veces durante los cinco minutos que estuvo afuera pero nadie abrió.

Cruzándose de brazos, fulminó el roble de la puerta con su mirada antes de tocar con más fuerza. Notó lo hueca que estaba, y de inmediato, toda expresión de impaciencia tomó un cambio drástico hacia la confusión. Seguro que el irresponsable de su hermano estaba follándose a una de sus amigas en alguna parte nuevamente y no dejo la casa bloqueada.

Rodando los ojos por la suposición, empujo la puerta a tientas y se aventuró a examinar el interior de su propia casa. Se hallaba vacía, una helada ventisca de soledad lo azotó apenas puso un pie dentro, hasta parecía que ni la mismísima alma del diablo quiso quedarse. Cerrando la puerta principal a sus espaldas, dio sus primeros pasos por la sala en busca de alguna señal de vida.

"¡¿Hola?!" Gritó, recibiendo nada más que el cántaro de los pájaros como respuesta "¡¿Ondreaz? Sé que estás aquí, maldito payaso!"

Nada.

No escuchó absolutamente nada.

Con un suspiro de rendición, se encaminó hacia la cocina. Esperaba tener suerte para encontrar algo que comer. Él no iba a quedarse para llenar su estómago de la basura que preparaban en ese desconocido hotel, tenía suficiente con haberse perdido con una fantástica chica a las afueras de la ciudad. Se cercioraría de tener cuidado para la próxima, agradecía al cielo por no haberse puesto en peligro durante su inconsciencia.

Estaba a punto de abrir el refrigerador cuando tropezó con algo pesado. Bajando la mirada, se encontró con una imagen que seguramente nunca sacaría de su cabeza. Ondreaz estaba tendido, con su cara al suelo, sobre el sucio piso de la cocina que parecía no haber sido tocado por un trapo por días. El castaño estaba inmóvil, sin decir ni una sola palabra. Pero lo que más alarmó a Tony fue que no podía escuchar su respiración.

Paralizado, impotente, siseado, esos eran los adjetivos que describían al pelinegro en ese momento. Una idea cursó por su cabeza milagrosamente. Tony se agachó con rapidez, y en un movimiento tembloroso, levantó el pesado cuerpo de su hermano entre brazos. Él estaba estremecido.

TÚ [Tonick] H.H. #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora