Cinco; fiesta con un desenlace desastroso

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El chico suelta un pequeño gemido mirando sus zapatillas haciendo que sonrojada limpie mi boca con la manga de mi jersey

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El chico suelta un pequeño gemido mirando sus zapatillas haciendo que sonrojada limpie mi boca con la manga de mi jersey. En estoy momentos estoy odiándome a mi misma un poco más que antes si eso es posible.

—Lo siento. —tartamudeo y agradezco que no haya nadie cerca, mi vergüenza no puede ser mayor.

—No pasa nada. —dice él aún tomándome del brazo —¿Necesitas ayuda? No te ves bien.

Mis ojos seguramente rojos y llorosos le daban la razón, además, probablemente me veo como un mapache, odio el haber aceptado que Melissa me delineara mis ojos.

—Sí, no. —digo aún medio tartamudeando mientras me alejo de él —. Gracias por tu preocupación, pero me tengo que ir.

Comienzo a caminar mirando la calle, esta se encontraba solitaria y oscura. El frío me hace temblar ya que mi jersey no abriga lo suficiente. Estoy perdida. En el tiempo que llevo en Alabama no he salido a nada más que al supermercado, me reprendo mentalmente por eso ya que es lo primero que debí haber hecho.

Cuando intento llamar a Melissa me contesta el buzón de voz y definitivamente no volveré adentro por lo que busco el mapa y un temblor en mi cuerpo comienza al ver que la residencia quedaba a unos 30 minutos caminando.

—¡Oye! —escucho un grito para luego sentir pasos acercándose —. No puedo dejar que te vayas sola, si quieres puedo ayudarte a encontrar a quien sea con quien hayas venido.

La oscuridad nos rodea y solo unos pequeños faroles ilumbran la calle, esta se encuentra con muchos autos aparcados en la orilla y a lo lejos puedo ver las luces de la casa en donde era la fiesta

Observo al chico y una sensación extraña se instala en mi cuerpo al ver que este es el mismo muchacho con el que había chocado días atrás y también el chico que había llegado tarde a clases de filosofía.

—No quiero volver ahí adentro. —digo sintiéndome pequeña, me había olvidado de la última vez que había hablado con un hombre que no sea mi padre o hermano.

—Entonces... si quieres yo te puedo llevar, ¿En donde vives?

—¡No! —casi grito en respuesta comenzando a temblar —. Prefiero irme sola. Gracias.

El chico me observa atentamente para luego decir:

—No intentaré nada, ¿de acuerdo? Además, acabas de vomitar uno de mis zapatos favoritos, creo que ya tenemos la suficiente confianza.

Suelto una pequeña risa avergonzada.

—Soy Jonas, por cierto.

—Kate.

—Tu estás en las clases del señor Romero, ¿verdad?

—Sí. —respondo tímida y un poco desconcertada de que el chico se haya fijado en mi, creí que era invisible.

Aleteo de mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora