CAPITULO 11

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  El oficial Jhon terminó por relatarle a Bruno los hechos que llevaron a desconfiar del profesionalismo de su compañero y hasta de varios oficiales mas —incluido el capitán Guillen—,  y también de como este había matado a su hermano. Él desconocía el motivo por el cual Gerardo asesinara a Tomás Wiliams, y aunque su hermano no era un perfecto ciudadano, se negaba a la idea de que alguna vez pudo trabajar para el traicionero de Montés.

  El sol despuntó en el horizonte, y con ello el despertar de la ciudad. Los rayos de luz que se filtraron por la gruesa cortina del apartamento hizo gruñir al muchacho y de inmediato abrió los ojos, restregó cada ojo con sus nudillos y medio adormilado se acomodó pasando su vista por el lugar, no había nadie, o eso pareció antes que un hombre vestido en su impecable uniforme policial hiciera su aparición luego de atravesar el pasillo hasta él. El mayor Wiliams lo miró fijamente lanzándole un pedazo de tela al rostro, Bruno torció el gesto y en cuanto fijó su vista en lo que sostenían sus manos alzó las cejas en dirección al hombre. Era una camiseta de color negro, y en el medio contenía escrito un curioso estampado que decía: <<Life by Life>> en letras rojas y chorreadas haciendo lucidez a la sangre, o eso pensó Bruno.

  —Es de mi hijo. —dijo Jhon ante la pregunta sin decir de Bruno—. Deja muchas por aquí, así que no creo que se fije en que le falta una. —suspiró y el castaño pudo notar un sentimiento nostálgico asomado en sus ojos café—. Duchate rápido, te espero en el estacionamiento.

  Bruno asintió sin decir nada, no era bueno intuyendo las cosas, pero, podía notar a simple vista que el oficial encerraba una tristeza profunda y un carácter de los mil demonios que no quería conocer, le bastó con que le rompiera la nariz de un puñetazo para saber que no se iba con rodeos.

  Minutos más tarde el castaño se encontraba aseado, la camiseta del hijo de Jhon le quedaba un poco justa pero aún así no le llegó a molestar, la sangre seca en su rostro ya no estaba aunque no se podría decir lo mismo de los moretones que se habían apropiado de el. El cuerpo le dolía enteramente, y los moretones entre su espalda y abdomen pinchaban al momento de hacer algún movimiento, como sentarse y caminar.

  Luego de que el oficial lo dejara a una cuadra del hospital, caminó en dirección a este con la única intención de hablar con Amelia. Sentía una fuerte necesidad de contarle todo lo que sabía sobre Gerardo —pero en lo mas profundo de su ser, era una excusa por verla—, aunque en su mente no dejaba de lado la posibilidad de que ella lo supiera, eso tomaba mucho sentido al recordar el rostro horrorizado de la castaña. Caminó decidido hacia el ascensor principal sin importarle la mirada inquisitiva de la recepcionista, no tenía por qué pedir información puesto que conocía perfectamente en que habitación se encontraba su objetivo, <<Octavo piso, habitación 214.>> recordó en su mente. El ascensor se detuvo abriendo sus puertas metálicas y Bruno salió, pero no pudo dar mas de tres pasos en cuanto su vista se enfocó en la joven ante él; la chica llevaba el cabello suelto, cayendole como cascada sobre la espalda y pecho; un vestido sencillo de base blanco y flores azules que bailaban al son del movimiento de la tela, y unas zapatillas deportivas negras.

  <<Preciosa.>> alucinó el castaño.

  Ajena al muchacho que la examinaba de arriba a bajo, caminó sumida en sus pensamientos. Desde que había amanecido no hallaba la manera de salir del hospital y al fin había hallado la manera de esquivar a las enfermeras; el aire aséptico del lugar le estaba asfixiando, no quería estar mas allí, y menos cuando no se sentía segura, adonde quiera que miraba la silueta de Gerardo se hacía presente robando su sueño —como otras veces lo ha hecho— y llenándola de intranquilidad. Su cuerpo impactó ante un muro alto de carne que no paraba de verla, y su cuerpo reaccionó retrocediendo dos pasos encontrándose con los ojos miel de Bruno, él sonrió, pero ella no le devolvió el gesto. Simplemente estaba ahí, estática, ni un músculo de su rostro se movió y el muchacho se preocupó ante las sombras oscuras que se marcaban feroces bajo sus redondos ojos. La tomó entre sus manos y ella volvió a retroceder asustada; en ese poco contacto Bruno sintió su cuerpo temblar bajo sus manos.

Aunque Sangre el AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora