CAPITULO 16

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  Dos días. ¡Dos miserables días! Ese era el tiempo que Bruno se encontraba encerrado.

  Sus padres, quienes al enterarse por los medios noticieros de que su hijo mayor había sido arrestado por "golpear y abusar" de su novia y de que además se le vinculase con el intento de asesinato de Gerardo Montés, uno de los mas grandes oficiales del estado y tío de su víctima, pegaron el grito al cielo. <<¡Carlos, lo hizo nuevamente!>> gritó la mujer a su marido en medio del llanto, este apretó los puños frustrado, desilusionado una vez más por los actos de su hijo. Sandra no había creído ninguna sola palabra de las miles de mentiras que decía la morena que daba las duras noticias a través de la pantalla del televisor, tragó grueso rogando porque su hermano estuviese bien, y por supuesto anhelaba que su mejor amiga también lo estuviera; algo que no deseaba para Gerardo, <<¡Mereces morir bastardo!>> expresó en cuanto se mostró la fotografía de un hombre cuarentón, de ojos oscuros y rostro serio, vestido con su uniforme de oficial. No lo soportó y apagó el aparato lanzando contra la cama el control remoto.

  En la actualidad, Bruno esperaba impaciente la llegada de sus familiares, pero ninguno llegó a visitarlo. El estado le proveyó de un abogado mas el se rehusó a aceptarlo. No era la primera vez que pasaba por aquella situación, él sabia perfectamente que sus padres y hermana le darían la espalda, y que lo mas seguro era que el juez lo hallaría culpable, y lo era, aunque no del todo. Aceptaba haber apretado el gatillo, aceptaba el haber irrumpido en propiedad privada y hasta el haber "raptado" a Amelia, mas el hecho de haberla golpeado o la absurda idea de abusar de ella, le provocaba volquetes en el estómago.

  Las viejas pesadillas inundaron sus sueños haciéndolo levantar en medio de la noche con el corazón sobresaltado, su cuerpo se hallaba sudoroso y hasta sintió que podía tener algo de fiebre, el malestar era incómodo. Pasó su mano por la frente y fijó su vista en los dos hombres que dormían a dos metros de distancia de él, aquellos sujetos habían llegado el día anterior, por lo poco que llegó a oír de los policías que los llevaron eran que habían manejado en estado de embriaguez, era nada comparado a los cargos legales que se le atribuían. Suspiró con pesadez al pensar en Amelia, la imagen de su rostro angelical llegaron a robarle una leve sonrisa, <<Espero estés bien...>> pensó y recostando de nuevo la cabeza en la pared cerró los ojos para quedarse dormido casi al instante.

  El sonido de gritos y de ruidosos golpes metálicos lo despertó. Abrió los ojos de mala gana encontrándose con la escena de un policía bastante joven gritándoles a todos en la celda y golpeando los barrotes.

  —¡Imbéciles, despierten! —gritó fuerte y claro el oficial—. ¿Qué creen que están en un Spa? ¡Vamos, vamos!

  —¿Adónde piensan llevarnos? —preguntó un muchacho al lado del castaño. Lo divisó de reojo recordando que lo había visto un par de veces en el Club/Bar Trébol; era un joven que no aparentaba mas de dieciocho o quizás era menor de edad, llevaba el cabello largo y por su rostro tan expresivo se notaba que estaba asustado, Bruno se mordió el labio para evitar reír.

  El policía miró al muchacho con una ceja levantada.

  —Mmm... ¿Adónde podrían ir que sea peor? —ladeó la cabeza y continuó con una sonrisa maliciosa—: Serán trasladados a la principal...

  —¡¿Qué?! —gritaron todos, y aunque Bruno quiso hacerlo se contuvo. Era lo que esperaba.

  La sede principal era la prisión de mayor seguridad del estado. Ir allí implicaba que se haría mucho más difícil su liberación. Y aunque fuese una institución bastante segura, a la misma vez no lo era para muchos de los reclusos.

Aunque Sangre el AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora