Éramos un par de farsantes

CAPÍTULO 39

Nunca me pareció tan agradable estar en la escuela como el día de hoy, es más, quería que alguien nos  dijera que había una invasión zombi afuera, y que no podíamos salir de la institución para no tener que enfrentarme a mamá, claramente eso no sucedió y tuve que tomarme el colectivo para volver a casa.

En el trayecto, me llego un mensaje de Fabricio preguntándome si quería ir a su casa, porque los gemelos me extrañaban, me di cuenta que el que me extrañaba era él y no sus hermanos, ya que ellos sólo me habían visto una vez, le dije que tenía cosas importantes para hacer y que no podía juntarme en estos días.

Esta semana estuvo de locos, recién estamos a día miércoles y ya quiero que termine.

Me baje en mi parada y empecé a caminar lentamente las dos cuadras que me separaban de mi casa, quería atrasar este momento todo lo posible, sin embargo, ya estoy en la puerta de la misma, saqué mis llaves después de revolver toda mi mochila hasta hallarlas y abrí la puerta.

Pestañeo varias veces para quitarme de los ojos lo que estoy viendo, tiene que ser una ilusión óptica. !No puede ser real! 

No hay nadie a la vista, pero sobre la mesa del comedor, hay un montón de ropa para bebé, peluches, escarpines y baberos de todos los colores. Incluso hay dos cunas, ya armadas.

No entiendo que está pasando, nunca imaginé que mamá hubiese cambiado de opinión desde que la vi esta mañana.

Me acerco a la mesa y agarro una de esas ropitas, es un enterito de color azul hermoso, pero me da lástima que mamá se haya gastado mucha plata comprando tantas cosas a las que no le voy a dar uso.

Voy en su búsqueda, aún refregándome los ojos para ver si lo que está a mi alrededor es verdad, y la encuentro sentada en la mesa de la cocina observando un álbum de fotos de cuando Mora y yo éramos chiquitas.

Intento preguntarle algo pero no me salen las palabras y solo muevo la boca sin decir nada. Ella se levanta y me abraza.

Yo casi sin comprender la envuelvo en mis brazos y aclaro mi garganta para poder hablar.

— Mamá, ¿qué es todo eso que hay en el comedor? —ella ignora mi pregunta y me abraza más fuerte.

— Perdón hija por todo lo que te dije hoy, no debí haber reaccionado de esa forma, es que me tomó por sorpresa, no esperaba enterarme de eso en la reunión, pero quédate tranquila que seguí tu excusa, le dije que volvimos rápido con tu padre porque tu tía estaba mejor y decidimos traerla a vivir a nuestra casa.

— Gracias mamá, no hay problema, ya estás perdonada pero me explicas qué es todo lo que hay en el comedor.

— Es ropita para tu hijo, o hija, todavía no lo sabemos. Sin embargo, ya saqué turno con un obstetra para hacerte una primera ecografía, y saber de cuántos meses estás. No le va a faltar nada a tu hijo, pero sólo quiero saber algo.

— ¿Qué? —le pregunto yo.

— ¿Quién es el padre? ¿Es este chico que estás conociendo ahora? No te hagas problema, Abril, haremos que se haga cargo, también será su hijo.

— Mamá, ¿podemos charlar tranquilas? —le pregunto para aclararle de una vez por todas que no hay embarazo.

— Perdón hija, quizás no debí formular esa pregunta, pero es que necesito saber de quién es, si no me lo queres decir ahora, no hay problema, ya habrá tiempo. ¿Queres ver todas las cositas que les compre?—y luego agrega para sí misma en voz alta—. ¿Quién lo diría? Voy a hacer abuela y nuevamente madre el mismo año. 

— ¿QUÉ? ¿Cómo que nuevamente madre? ¿Estás embarazada mamá? —le pregunto sin podermelo creer—. ¿Cómo es eso posible? 

— Más respeto que soy tu madre, y una madre joven por cierto. Y vamos Abril, ya tuvimos la charla de educación sexual, y ya sabes cómo una mujer queda embarazada porque por eso vos lo estás.