CAPÍTULO 35

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— Muchas gracias por cuidar de Iván —me agradece Virginia, la mamá de Fabri—. Si queres podes ir yendo a tu casa que se está haciendo tarde.

— No se haga problema por mí, quiero saber cómo está Adrián —le digo y ella rueda sus ojos.

— Pobrecito mi bebé, no sé porque Fabricio no nos hace caso cuando le decimos que en ningún momento se distraiga si está cuidando a sus hermanos.

— Virginia, no seas así, Fabricio no tiene la culpa, fue un simple descuido —interviene su marido.

— Descuido o no, ¡Voy a ver cómo está mi hijo! Hasta luego —se va hasta el consultorio en el que están los chicos y entra sin golpear.

— Perdónala, se pone un poco celosa de las "amigas" de Fabricio —me dice Ignacio, el padre de Fabri, mientras acaricia el pelo de Iván—. Ahora contame, ¿cómo conociste a mi hijo?

Es una familia de locos: la madre celosa de su hijo y el padre un chusma, de todas formas, entablo una conversación con él, porque es muy amable, hasta que vemos salir a los tres del consultorio. 

Adrían tiene  una venda desde la muñeca hasta el codo, está más tranquilo y su madre también, aunque Fabri tiene la mirada un poco triste.

— Voy a faltar al jardín por unos días —le dice contento a su padre. Se parece a mí, se alegra de faltar, me rió bajito de eso y el nene me mira—. Ahora vas a poder diferenciarnos mejor, yo soy el de la venda —agrega y me vuelvo a reir.

— Pareces una momia —le dice Iván y se une a mis risas.

— Hora de irnos, ¿te alcanzo hasta tu casa? —me pregunta Ignacio.

— Ignacio, ¿no ves que estamos apurados? Deja que se tome un colectivo —le ordena Virginia y me mira levantando una ceja, yo enseguida me pongo seria pero no la quiero contradecir:

— Sí, no hay problema puedo irme en colectivo —le digo a Ignacio para no ganarme otra mirada de odio por parte de esa mujer.

— Te acompaño —me dice Fabri que parece recién reaccionar desde que salió del consultorio.

— Oh no, Fabricio, ¡No vas a volver a salir de casa para ningún lugar que no sea el colegio, a partir de ahora lo único que harás es cuidar a tu hermano que se lastimó por tu culpa!

Esa señora está loca, me despido rápidamente, para no tener que presenciar una pelea familiar y me dirijo hacia la parada de colectivos.

Ni bien llegué, me dispuse a esperarlo hasta que sonó mi celular, me fijé que era Emily y le contesté medio reticente, ya que ella se negó a acompañarme a buscar a los gemelos.

— Hola Emily —le digo y en mi voz trasmito que no me gustó su actitud de hoy.

— No vayas a tu casa sin una excusa preparada, resulta que alguien del colegio nos vio escaparnos, seguro fue el tarado de Bruno, avisó en dirección, y llamaron a nuestros padres, yo recién llego y ya me cagaron a pedos —me dice escupiendo una palabra atrás de la otra, sin respirar.

— ¿Qué? Habla más pausado porque no te entiendo nada.

— En... el... colegio... se... —dice pausando largamente entre palabra y palabra haciéndome desesperar.

— ¡Dale Emily tuve un día de mierda y vos me estás tomando el pelo! —exclamo dejando ver mi frustración.

— ¿Qué pasó? ¿Problemas en el paraíso? —me pregunta.

— Sí, pero después te cuento, ahora decime para qué me llamaste.

— En el colegio se enteraron que nos escapamos y avisaron a nuestros padres hace varias horas. Mi mamá llamó a la tuya para decirle que no te llame, así veía si cuando llegaba a casa le contaba que nos escapamos, ¡cosa que claramente no sucedió! Le dije que habíamos hecho un trabajo en tu casa y que por eso tardé, ella me contó que había llamado a tu casa y que sabía que no estaba ahí... Y bueno... algo le tenía que inventar... y debía ser algo importante para justificar que nos hayamos fugado del colegio —me dijo empezando a bajar la voz hasta que no le escuché más nada.

Éramos un par de farsantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora