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Recámara de la duquesita

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Recámara de la duquesita

La mañana del siguiente día, Clarissa abrió las cortinas del cuarto de la muchacha y ella se dio vuelta para continuar durmiendo. La noche anterior había quedado despierta hasta cuando la luna quedó por la mitad en el cielo.

―Buenos días, duquesita ―habló con cariño su doncella.

―Buen día, Clarissa... ¿qué hora es?

―El reloj del salón marcaba las ocho de la mañana cuando estaba subiendo las escaleras ―comunicó mientras vertía agua dentro de la palangana―. Te ayudaré a vestirte. ¿Has podido comer algo anoche? Ahora que ha vuelto, ¿pudieron hablar?

―He comido algo y sí, pudimos hablar pero no me perdona aún. Y tengo miedo que jamás lo haga ―dijo con pesar.

―Ya verás que pronto se ablandará ―contestó con una sonrisa para reconfortarla.

―¿Y el duque? ―Su lengua pudo más que su mente.

―Desde muy temprano se ha ido ―la miró con atención a los ojos.

―¿Sabes por qué? ¿Ha dicho algo? ―Quiso saber con interés.

―Lo siento, duquesita. Esas cosas deberías preguntárselas a James ―respondió.

Enseguida salió de la cama y con ayuda de Clarissa, la joven terminó por vestirse en tan solo veinte minutos.


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Planta baja del ducado

Cuando bajó a la sala, le dieron los buenos días la servidumbre y James.

―¿Sabes dónde se encuentra milord? ―cuestionó ella.

―Me temo que no lo sé, lo único que sé es que ha salido desde muy temprano y desayunó algo muy ligero.

―A ti todo te lo cuenta, ¿cómo es posible que no lo sepas? ―casi preguntó con histeria, pero se contuvo, incluso impuso la informalidad―. ¿Te molesta que me dirija a ti de manera informal?

―Para nada, duquesita.

Al mayordomo le pareció lo más gracioso que había visto la manera en cómo la joven preguntaba por milord y las expresiones de su cara lo decían todo. Estaba tan encantada con él, que ni ella misma se daba cuenta.

―Y te pido mis disculpas, milady pero cuando yo desperté, él ya se había retirado del ducado ―confesó y luego de una reverencia continuó con sus labores.

Durante todo el día estuvo intrigada dónde habría ido su marido, y su mente no podía dejar de pensar en la noche anterior, tenía miedo que Patrick terminara yendo al burdel.

Perfume de Rosas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora