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Palacio Ducal de Covent Garden

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Palacio Ducal de Covent Garden

Despacho

La mitad de la primera semana de dos, había acontecido con tranquilidad y sin muchos sucesos raros, y fue ese momento en donde Elizabeth se encontraba dentro del despacho del duque hablando por teléfono con su madre como bien habían acordado a través de la misiva enviada con anterioridad.

Patrick entró allí y miró de frente a la joven, ella ante la mirada del hombre, debió cortar la llamada diciéndole a su madre que el viernes volverían a comunicarse.

―¿Necesita algo, milord? ―quiso saber.

―Si a usted no le molesta, me tomé el atrevimiento de citar a la modista aquí, para dentro de una hora ―comentó mirándola a los ojos.

―No esperaba algo así, milord. Iba a concertar una cita con ella para el lunes a primera hora ―confesó.

―Nos casaremos dentro de una semana y media, ¿o prefiere aplazar la boda?

La muchacha quedó desconcertada ante la pregunta. Estaba a punto de responderle una afirmación cuando pensó que le debía el que ella estuviera ahí con él.

―No, para nada. En ese caso, iré a ponerme otro vestido.

―¿Por qué? Así se encuentra perfecta, señorita.

―Gracias.

―Ya que falta una hora, ¿no le gustaría elegir la yegua? ―cuestionó con una sonrisa.

―¿Ahora? ―abrió los ojos de manera sorprendida.

―Sí, así si gusta puede cabalgar por los territorios del ducado o pasear juntos a caballo.

―De acuerdo, elegiré una yegua ―sonrió sin mostrar sus dientes.

Pronto salieron del palacio ducal para caminar a la par hacia el cobertizo donde se ubicaba en la parte derecha del ducado y bastante alejado de la residencia.


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Cobertizo

Cuando llegaron, Patrick abrió el portón de madera para dejar pasar a la muchacha, encontrándose con varias casetas donde estaban los caballos.

―Del lado derecho se encuentran las yeguas.

La francesita se dirigió hacia el final del cobertizo donde quedó encantada con una preciosa yegua de capa blanca, fue la única de ellas que se asomó para curiosear quién entraba y por tal motivo le gustó también.

―Eres hermosa ―acarició la cresta facial y luego la quijada.

La yegua relinchó en agradecimiento.

Perfume de Rosas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora