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Palacio Ducal de Covent Garden

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Palacio Ducal de Covent Garden

Salón de té

El miércoles era la ante última prueba del vestido de Elizabeth y como ya era de costumbre dentro del salón de té, hubo reunión de mujeres alrededor del vestido nupcial. Aquel día, la suegra de la joven tenía preparada una sorpresa para la madre y la hermana de la muchacha.

―Anne, ¿has traído los vestidos? ―preguntó la señora.

―Sí, milady. Están dentro del baúl extra que traje conmigo ―dijo con una sonrisa.

―Cuando termines, podremos verlos, ¿verdad?

―Por supuesto.

Media hora después, la modista había terminado por ultimar los detalles del vestido y de a poco lo fue guardando en el baúl aparte que había traído consigo. Una vez hecho aquello, pasó a los vestidos. Las tres mujeres de la misma familia quedaron encantadas con los colores de las prendas y las telas.

―Este modelo y color le debe quedar muy bien a Sophie ―admitió Kate.

Las hermanas se miraron y Elizabeth le negó con la cabeza sin tener idea de lo que estaba sucediendo.

―¿A mí? ―cuestionó asombrada la joven.

―Sí, a ti. ¿Por qué no te lo pruebas? ―interrogó al mirarla―, o elije los que quieras y te los pruebas.

―No creo que sea conveniente, señora ―respondió apenada.

―Tu madre hará lo mismo ―se dirigió a Beth―, las dos pueden elegir los vestidos que quieran y probárselos.

―Se lo agradecemos mucho, milady.

―Ya hablamos de este tema, Beth. Nada de formalidades entre nosotras, por favor.

―No puedo evitarlo.

―Vayan a probarse los vestidos.

―¿Por qué? ―quiso saberlo la madre de Eliza.

―¿Acaso no les gustaría verse bonitas en el día de la boda? Y por favor, no quisiera que malinterpretaran mis palabras ―suplicó.

―No estamos acostumbradas a este tipo de tratos ―comunicó la señora.

―Lo entiendo y lo sé por Elizabeth, desde que llegó aquí que todo lo pregunta y lo toma con doble intención, pero sé que no está acostumbrada a estas cosas y por eso, si ustedes me lo permiten, quisiera regalarles el vestido que quieran para el día de la unión ―confesó con honestidad.

La madre de las jóvenes y Sophie se miraron con miedo, pero fue la señora quien volvió a hablar.

―Te estamos agradecidas, Kate pero me parece que sería demasiado ―dijo con pena―. No podemos aceptar algo así.

Perfume de Rosas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora