La Rochelle, Francia
Campos Lemacks State
Granero
Por la mañana siguiente, los rayos de sol comenzaron a colarse por los resquicios del granero y fue en aquel momento cuando la joven se despertó, pestañeó un par de veces para enfocar la vista y miró por debajo de las mantas para comprobar que tanto él como ella estaban desnudos, se tapó hasta la nariz para darse cuenta de lo que había pasado la noche anterior en los brazos del duque y casi se arrepiente de lo sucedido. No porque no le habría gustado sino porque aún no podía concebir que un duque la amara de aquella manera, sin exigirle nada a cambio, solo entregándose a él con lo único que ella tenía, sus sentimientos.
Se sentó en el colchón tapándose los pechos y sintió su cuerpo cansado y dolorido, sobre todo la entrepierna. Suspiró y agachó la cabeza, y miró la pequeña mancha rojo oscuro sobre la sábana, enrojeció de la vergüenza y sin querer sonrió al recordar todo lo vivido la noche anterior junto a Patrick.
Giró la cabeza para contemplarlo dormir, su pelo negro y su piel bronceada contrastaban de tal manera sobre las sábanas blancas que a Elizabeth se le apretó la boca del estómago de nervios y anhelo. Cuando lo vio removerse, volteó la cabeza mirando al frente, no quería que la viera observándolo con encanto.
El duque se sentó en el colchón también y se acercó a ella por detrás para depositarle un beso en el hombro.
―Buenos días... ¿cómo te encuentras? ―quiso saber.
―Buen día, estoy bien aunque dolorida ―respondió y sintió ardor en sus mejillas, y orejas.
―¿Por qué no descansas un rato más?
―Debo preparar a mis hermanos para la escuela ―dijo―, por cómo se ven los rayos del sol, es más que seguro que sean las seis de la mañana.
―No, son las siete y cuarto.
―Los niños no van a llegar a tiempo a la escuela, y no queda tan cerca de aquí ―manifestó con intranquilidad.
―Por eso no te preocupes, podemos llevarlos a caballo o que me dejes llevarlos a mí hasta la escuela.
Elizabeth clavó sus ojos en él, a pesar de tener el pelo desprolijo lo veía tan atractivo que estaba tentada a darle un beso y pasar el resto del día en la cama, pero desechó el pensamiento en el mismo instante en que intentó levantarse del colchón.
―Las piernas... las siento débiles.
Patrick quiso burlarse un poquito de ella.
―¿Qué has estado haciendo anoche, Elizabeth? ―su tono socarrón fue lo que puso el rostro de la joven como una grana y no le respondió.
Como pudo trató de levantarse no sin antes ponerse el camisón de lino.
―Déjame ver tu entrepierna, has dicho que estabas dolorida ―dijo con seguridad.
ESTÁS LEYENDO
Perfume de Rosas ©
Historical FictionUna joven con aroma a rosas, un hombre con un título nobiliario queriendo amar aún cuando fue traicionado. Una pasión que nace entre ambos y la cuál ella quiere negar contra todo pronóstico. Un collar familiar que él está dispuesto a entregarle como...