SORPRESA

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Era el día siguiente de la sorpresa, del encuentro con las armas de Dios y su antiguo enemigo a muerte, los paladines.

José se despertó muy tranquilo, no quiso preocuparse por lo de ayer ni por lo que podía pasar después, si lo hacía, idea tras idea inundaría su cabeza y lo podría volver loco.

Hizo sus quehaceres cotidianos, desayunó y luego se dispuso a entrenar, con unos padres que cubrían sus gastos cada semana, en eso dedicaba la mayoría de su tiempo.
Dirigiéndose a un lado de su amplio patio, buscó la vara que aun guardaba en su baúl y la sacó.

— No es divertido solo — Murmuró mientras se dirigía al centro.

José tomó la vara con una mano y la agitó de derecha a izquierda y un viento salió disparado hacia la pared, aquello dejó una marca pero no lo impresionaba, era algo muy simple para él.

— No se me ocurre nada sin los demás — Pensó un tanto triste pero luego recordó algo que tenía planeado.

Se sentó en su mismo lugar dejando a un lado la vara y cerró los ojos, se propuso meditar desde que se encontró con Diego y le contara sobre su demonio que lo acechaba en su sueño.

Esperaba que con meditar, llegara a entablar una conexión con su demonio sin que fuese tan tóxico como él caso de Diego y, como había visto en muchas películas y animes, la meditación era el único modo de hacerlo.

El lugar era perfecto, un amplio espacio sin ruidos que lo distraigan de su propósito, sólo necesitaba tiempo para lograrlo pero un imprevisto lo arruinó.

TOC, TOC, TOC — Llamaron a su puerta.

— ¿Quién podrá ser? — Se expresó un poco frustrado por ser interrumpido.

Se levantó sin ánimos y se dirigió a su puerta, al abrirla se puso en alerta ya que era Sofía y los demás paladines.

— Tenemos que hablar — Dijo Sofía al instante.

José no veía que sus intenciones eran peligrosas y los dejó entrar, en su sala, todos se sentaron y conversaron.

— Logré con éxito convencer a nuestro superior para hacerlos parte de nosotros pero, él pide hablar con ustedes —

— Bueno, ¿Cuándo vendrá? — Preguntó José muy tranquilo.

— Él exige que ustedes vallan hasta el Vaticano, que lleven las hojas que tienen como muestra de cooperación y entonces se les explicará todo lo necesario —

José se puso algo nervioso, parecía la clásica trampa donde te piden que vallas donde quieren y luego te emboscan, no había garantía de que no lo fuera y no sabía que hacer.

— Tiene que haber otra forma —

— Si es por los costos lo cubriremos —

— Es muy riesgoso, ir a un lugar desconocido con los tipos que intentaron hacernos daño no me parece muy seguro —

— Entiendo que eso te preocupe pero te conviene acompañarnos — José no entendía su lógica y Sofía continuó — Si crees que es una trampa, aunque no vallan morirán —

Esas palabras lo preocuparon aun más, no sabía que hacer hasta que se dió cuenta que no tenía que pensarlo solo, tenía que discutirlo con los demás.

— Vuelvan mañana, conversaremos con mi grupo y decidiremos que hacer —

Los paladines se pusieron de pie y se retiraron, José buscó su celular y llamó a Héctor, le contó lo sucedido y le pidió que buscara a Sergio y que le comunique lo mismo.

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