1. Daniela

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5 de enero de 2015

Cuando entré a la adolescencia comencé a ver las cosas desde otro punto de vista. Poco a poco me di cuenta de cosas sobre mí misma que me costaron un poco aceptar, pero finalmente puedo ser yo al cien porciento sin importarme los comentarios que surgen a mi alrededor. Desde que tengo memoria me ha importado el qué dirán, la impresión que otros tienen de mí. Me he esforzado toda mi vida por caerle bien a todo el mundo.

El año de mi graduación de colegio decidí que ya no quería vivir de esa forma, decidí que quería ser libre de expresar mi verdadero ser sin importar que no todo el mundo este de acuerdo con ello. De modo que desde que nos quitamos la túnica de la ceremonia comencé a demostrar quién soy realmente. Aún estoy en el proceso de descubrirme, pero al menos estoy cómoda con demostrar lo que ya he definido.

Pronto volveremos a retomar las clases en la universidad, pero antes de eso mis amigos y yo decidimos hacer algo para que este mundo sea un poco menos horrible: una actividad a favor de animales sin hogar. Este fin de semana se lleva a cabo una especie de feria donde una fundación exhibe animales que fueron salvados de las calles para dar en adopción. Perros y gatos más que nada. Además, reclutarán voluntarios adicionales para que ayuden a cuidar a los animalitos recién llegados.

–¿Vale, has visto mis zapatillas?– Grité desde mi cuarto lo suficientemente fuerte como para que mi hermana me escuchara sin importar en qué parte de la casa estuviera.

–Estaban por ahí–. Pude notar el desinterés en su voz. El mismo desinterés que ha mostrado los últimos cuatro meses... desde que murió mamá.

–¡Eso no es de mucha ayuda, Pulga!

Como ya era costumbre, estoy media hora retrasada a la hora que acordamos y los chicos me deberían estar esperando en el evento.

Después de otros cinco minutos buscando mis zapatillas preferidas sin éxito, decidí que lo mejor era usar cualquier otro par de deportivas y ponerme en marcha. El viaje no era muy largo, lo cual me beneficiaba, así que aceleré mi paso para caminar las cuatro cuadras faltantes y llegar cuanto antes al punto de encuentro: un establecimiento abierto recientemente.

Al llegar pude notar la cantidad razonable de personas que había y me dediqué a buscar con la mirada entre la multitud para intentar encontrar a Mario y a las Villa, pero mi estatura no era de gran ayuda. Caminé entre el gentío abriéndome paso para recorrer el lugar y poder juntarme con mis amigos.

Mientras dejaba que mis pies me guiaran a donde quisieran, decidí llamar a Mario a su celular y preguntarle dónde se habían metido.

Un tono, dos tonos, tres... Nada. Volví a intentarlo. Un tono, dos tonos...

–¿Hola?– Logré escuchar del otro lado de la línea.

–¿Mario?– Estaba casi segura de haber escuchado una voz femenina.

–No, disculpe. Eh... Encontré este celular en el puesto de adopción del evento "Huellas Caninas"–, habló con duda. –Me gustaría regresarlo–. La chica sonaba amable y sincera.

Quizá sea voluntaria.

–Estoy en el evento. ¿Dónde le puedo encontrar?

–En el puesto de adopción, a mano izquierda de la entrada. Hay un letrero blanco con letras azul marino.

–Voy para allá. Gracias.

Colgué la llamada y me dirigí a donde dijo la chica. Podría buscar a Mario y a las Villa después de conseguir el celular de Ruiz, lo que se había vuelto mi prioridad en este momento. Quizá después llamaría a una de las gemelas para saber dónde están o para escoger un punto de encuentro.

Someday | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora