15. Algún Día

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1/2 - Mini Maratón

3 de enero de 2017

Entre risas terminamos de acomodar la improvisada tienda de campaña. Estaba por anochecer y aún debíamos terminar de alistar nuestro pequeño campamento. Bocadillos, bebidas, música, la "fogata" que consistía de algunas velas donde calentar los malvaviscos que habíamos traído y la belleza del cielo convertían al patio trasero de la familia Calle en un lugar perfecto para pasar una noche diferente.

Hace tiempo Daniela y yo habíamos querido intentar algo así. Yo había sugerido ir a algún lugar lejos de la ciudad donde estuviéramos solo nosotras con las estrellas. Lastimosamente, sus padres no estuvieron de acuerdo con la idea y nos dijeron que si queríamos seguir "inventando", como dijeron, tendría que ser en su patio trasero donde "pudieran vigilar que nada nos pasara".

Ambas sabíamos que solo era otra de sus excusas para controlar y vigilar la vida de Dani. Sus métodos podían llegar a asustar considerando la edad de su hija.

–¿Me ayudas?– Me sacó de mis pensamientos.

Traía consigo una gran cantidad de cosas para comer y tomar durante toda la noche. Creí que en cualquier momento se le caerían.

Me apresuré a alcanzarla con una sonrisa antes de que ocurriera algún accidente.

–No creo que vayamos a necesitar tanta comida, Calle–, reí.

–Uno nunca sabe. Más vale prevenir que curar–. Lo siguiente lo dijo en un susurro. –Además, ya no quiero regresar a la casa lo que resta de la noche.

Se encaminó a nuestro campamento y se dispuso a encender las velas que harían de hoguera antes de que lograra sentarme a su lado.

Coloqué las cosas que me había dado junto a las que ella trajo y decidí abrir uno de los paquetes. Inmediatamente el olor a Doritos inundó mi sistema y se me hizo agua la boca. Simultáneamente, Calle y yo comenzamos a devorar la comida chatarra entre risas, anécdotas y cuentos.

Yo estaba, una vez más, perdida en ella. 

Mi canción favorita sonaba acompañando mi paisaje favorito. Hablo de su voz y su dulce sonrisa cuando me habla mirándome a los ojos, permitiéndome ver los suyos, que estaban brillantes. Por alguna razón, no era algo que pudiera disfrutar tan seguido últimamente. En las últimas semanas, Calle parecía estar inmersa en su mundo y en sus preocupaciones. Esas que prefería mantener para ella misma y de las que yo no tenía ni idea. Era de esos momentos en los que se cerraba cual caja fuerte y se rehusaba a darme la combinación.

Precisamente eso fue lo que inspiró esta idea. Quería que se alejara de lo que la tenía tan mal, que se olvidara de todo por un rato.

Pasó el tiempo tan rápido que, cuando menos lo esperaba, las estrellas ya estaban inundando el cielo nocturno y nosotras ya estábamos recostadas en el pasto viéndolas resplandecer.

La voz de Daniela era interrumpida por el crujido de las papas que estábamos comiendo, pero eso no me impidió quedar maravillada con su conocimiento astrológico que, a pesar de que no era vasto, era más de lo que yo conocía.

Parecía estar enamorada de las estrellas.

–Esa de ahí es el arquero–, señaló. –Su flecha siempre apunta hacia el este. Hay quienes la usan para guiarse de noche si no tienen una brújula–, me miró sonriente, –o un celular, claro.

Su sonrisa me contagió cuando nuestras miradas coincidieron.

–¿Cómo sabes tanto sobre estas cosas?– Pregunté con genuina curiosidad.

Someday | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora