23. Sí

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El viento daba en mi rostro a través de la ventana que mantuve abajo durante el camino mientras movía la cabeza al ritmo de la música que había escogido la chica al volante. Calle y yo habíamos decido tener nuestra cita a las afueras de la ciudad. Lejos de los edificios, los automóviles y el bullicio. Lejos de todo. Queríamos ir donde pudiéramos estar tranquilas, como si de un mundo alterno donde solo existiéramos ella y yo se tratase.

Llegamos a donde habíamos acordado. Era la tercera vez que me llevaba a ese lugar desde que decidió compartirlo conmigo por primera vez. Se trata de un espacio lleno de pasto verde donde había una banca de madera oscura junto a un gran árbol a la orilla de lo que se podría considerar un barranco que daba una vista espectacular hacia la ciudad, pero permanecía en un silencio tranquilizador.

Con una sonrisa en el rostro observe el paisaje que teníamos al frente, decidida a bajar del automóvil para volver a sentir la brisa en mi rostro. Me incliné hacia Calle y, después de dejarle un corto beso en sus labios, abrí la puerta a mi costado y bajé de un salto.

Me alejé un poco del carro para apreciar una vez más el paisaje, llenando mis pulmones del aroma de las flores y mis oídos del canto de las aves en los árboles cercanos. Las manos me sudaban de lo nerviosa que estaba. Lo que inicia como una cita igual de hermosa a muchas que hemos tenido antes se convertiría en la decisión más importante de nuestras vidas.

Voltee a ver a Daniela para asegurarme que no veía en mi dirección antes de poner mi mano sobre el bolsillo de la chaqueta oscura que había decidido usar hoy. Seguía ahí.

Metí la mano al bolsillo para sentir el terciopelo que decoraba esa cajita que había adquirido hace un par de semanas cuando tomé la decisión de que eso era lo que quería. Si todo sale bien, este será uno de los mejores días de mi vida.

–Gorda, ¿me ayudas con la canasta?– La voz de Calle proveniente de la parte trasera del auto me sobresaltó dándome escalofríos y saqué mi mano del bolsillo con rapidez.

–Ya voy, amor–, intenté disimular lo nerviosa que me sentía.

Volví a donde estaba el auto y me posicioné junto a Daniela para llevar la canasta para el picnic que tendríamos junto al barranco.

–¿Llevas la manta y el parlante, frutita?

–Y el celular–, con una sonrisa me mostró su teléfono como pudo mientras sostenía con su otro brazo la manta roja y el pequeño parlante inalámbrico.

Me encaminé más cerca al borde cuando escuche la puerta del maletero cerrarse y los pasos de mi novia detrás de mí. Me detuve junto al árbol considerablemente frondoso que aún poseía sombra contra el poco sol de la tarde esperando a que Dani llegara con las cosas, lo cual no demoró más de unos pocos segundos.

Sin más, Calle extendió la tela en el pasto y procedió a sentarse, pidiéndome que hiciera lo mismo. Sin pensarlo dos veces, me posicioné frente a ella para comenzar a sacar la comida que habíamos traído para nuestro picnic.

Comimos lo que empacamos entre risas y relatos. Después de eso a ella se le ocurrió jugar un rato, por lo que me quitó los lentes de sol que estaban en mi cabeza en un movimiento rápido y salió corriendo. Yo corrí detrás de ella intentando alcanzarla.

Sentí como el viento alborotaba mi cabello y noté el dolor en mis mejillas de lo mucho que había sonreído desde que habíamos llegado.

Daniela Calle me hace feliz.

Aún corriendo tras ella, me concentré en los movimientos que hacía al correr. Cómo su cabello se despeinaba por el viento y cómo su sonrisa iluminaba más que el sol que estaba por ocultarse. Noté el movimiento que hacen sus caderas al correr y como sus brazos se sincronizan con sus piernas para no perder el equilibrio.

Someday | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora