10. Ella

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19 de agosto de 2016

¿Cómo sacas a alguien de tu cabeza... cuando ese alguien es la razón de tus sonrisas? ¿Cómo, si no te crees capaz de ver a alguien de forma romántica, tu corazón decide latir más rápido cuando cruzan miradas? ¿Por qué decide latir más rápido por la única persona que sabes que no puede ni pasará nada? ¿Por qué con la única persona con la que te da miedo perder todo? ¿Por qué con la única persona que no quieres fuera de tu vida nunca, y, aún así, la que quieres alejar para erradicar todos esos nuevos sentimientos? ¿Por qué me aterra el hecho de arriesgarme ahora, cuando es la única persona con la que sí me veo compartiendo mis logros, mis derrotas y mi futuro?

Sigo sin entender qué se apoderó de mi ese 5 de julio, pero desató tantas cosas dentro mío... Decidí que sí: me estoy enamorando. Después de la decepción que me había llevado con Johann, no creí que volvería a sentir algo parecido. Sí, recuerdo que siempre me pareció atractiva, me atrajo por un par de semanas cuando apenas nos conocimos; pero fue algo tan leve y le tomé tan poca importancia que prácticamente lo pasaba desapercibido en comparación a las mariposas en el estómago que sentía por el músico en ese momento. Ahora... ahora es diferente.

No hay día que no hablemos, día que no piense en ella, ni día que no me saque una sonrisa. Mis amigos lo han notado. Me han notado más feliz, más sonriente, más con la mente en cualquier lado. Laura me ha preguntado mil y un veces que qué me pasa. Qué me tiene con la cabeza en las nubes. Si solo supiera que es esa castaña de ojos miel la que hace que me quiera levantar en las mañanas. Esa que, aunque sea solo mi amiga, me hace la persona más feliz del mundo cuando sonríe.

El problema es que, por mucho que la quiera, tengo miedo. Después de mi impulso en la cafetería, nunca hablamos sobre el tema, y me aterra pensar en las razones. Tengo tanto miedo que es inexplicable. Nunca me había pasado. Nunca le había temido a mis emociones, a lo que siento por alguien.

Quizá es porque sé la situación con sus padres y sospecho que no se arriesgaría a estar conmigo de forma tan abrupta. Quizá es porque sé que teme entregarle su corazón a alguien cuando ya se lo destruyeron una vez. Quizá es porque no la veo queriéndome como yo la quiero. Quizá es porque no quiero perder su amistad. Quizá es porque prefiero tenerla como mi amiga a no tenerla... a perderla.

–Hey, tierra llamando a Poché–, la voz de Laura retumbó en mis oídos cuando chasqueó sus dedos frente a mis ojos. –¿Qué te pasa? Tienes la cabeza en otro mundo.

–No, nada. Solo estaba divagando–, dije para tomar un sorbo de mi bebida.

Me había perdido tan profundamente en mis pensamientos que se me había olvidado por completo dónde y con quién estaba. Mario y Laura me miraban extrañados. Saben leerme perfectamente y también saben que no suelo superar a alguien tan rápido como superé lo que sentía por Johann. Soy del tipo de persona que se apega tanto a sus intereses amorosos que sufría por semanas y hasta meses cuando algo no funcionaba, cuando me llevaba otra decepción.

Mario miró su reloj.

–Chicas, ya debo irme–, se levantó. –Nos vemos por ahí, guapas–, sonrió para alejarse.

Lo perdimos de vista y sabía lo que se me vendría.

–Me vas a explicar en este instante qué te sucede–, habló Laura con determinación mirándome a los ojos.

Suspiré. Sabía que tarde o temprano debía decírselo.

Escondí mi cabeza entre mis manos.

–Besé a Calle.

Silencio.

–¿Q-qué? ¿En qué momento? Tienes que contarme todo–, sonó más emocionada de lo que pensaba.

–¿Cuál es tu emoción?– Reí con nerviosismo.

–Poché, es obvio que te gusta–. Me sorprendí con su respuesta. –No pongas esa cara. Te conozco, sé reconocer cuando estás tragadita de alguien. Los ojos te brillan, sonríes más... incluso tu tono de voz cambia cuando hablas de ese "alguien", y que se trate de Calle me hace muy feliz. Es una buena chica–, tomó un sorbo de su licuado. –Hacen linda pareja.

–¡Es que es justo eso!– Vi confusión en su rostro. –Calle es... es maravillosa. Si pudiera elegir con quien pasar el resto de mis días, sería con ella. Si me dijeran que me queda un minuto de vida, lo usaría para recordarle lo espectacular que es y lo mucho que la quiero...–, bajé la mirada, –y es precisamente eso lo que me aterra.

Laura pareció entender.

–¿Cómo dices que fue eso que la besaste?– Cambió de tema.

Le conté lo que pasó ese día. Como me perdía en su figura cuando cargábamos y vaciábamos cajas en cada parte de mi apartamento. Como cuando cantaba a la par que el parlante me sentía sobre las nubes o en otra dimensión. Como cuando tomó mi mano para entrar a esa cafetería mi corazón iba a mil latidos por minuto. Como cuando se sentó frente a mi me dejé llevar por lo deslumbrante de su belleza y hablé de más. Como cuando quiso asegurarse que estaba bien, perdí la habilidad básica de razonar y la besé.

Como me miró después de separarme de ella.

–Tengo miedo–, dije para finalizar mi relato.

–Sé como es vivir con ese miedo–, rio.

–¿Tú?– Me burlé.

–Yo–, sonrió. –Y también sé que si tú quieres, aunque tengas ese miedo tan hijuemadre, puedes lograrlo–, me miró con compasión. –¿Mi consejo? Habla con ella, abre tu corazón. Sé lo más sincera y transparente que puedas. Explícale las cosas como las sientes.

–No... No sé si pueda...

–Sí puedes–, tomó mis manos entre las suyas. –No te voy a mentir y decirte que los miedos se van porque no es así, pero vale la pena luchar contra ese miedo. Entonces, piensa bien si tu quieres luchar a favor de eso que sientes por ella. ¿El miedo? Marica, al miedo lárgalo de una patada porque pase lo que pase habrá valido la pena porque luchaste.

Por primera vez en mucho tiempo, las palabras de Laura me habían llenado de valentía. Me sentía capaz de cualquier cosa, pero sabía que poniendo un pie lejos de esa mesa donde todo parecía tan fácil, volvería a acobardarme.

–Y... ¿Y si sale mal?

–Ustedes tienen la amistad más hermosa que he presenciado, y eso que yo soy una excelente amiga–, movió su cabellera de forma engreída haciéndome reír. –Créeme cuando te digo que nada podrá romper su amistad. Por más loca que suene la idea de seguir siendo amigas cuando estas tragada a otro nivel, ¿en serio es lo peor que podría pasar?

–Lo peor que podría pasar es que me aleje–, hablé exponiendo mis miedos.

–Eso no suena nada parecido a Calle.

–Es que no sabes lo que yo.

Recordé la anécdota que Daniela me había contado hace ya un tiempo. La anécdota sobre aquella vez que se dio por vencida en el amor. La vez que le rompieron el corazón en un millón de pedacitos.

–A Dani ya le han roto el corazón y... no sé si quiero hacerle eso. No sería capaz de hacerle daño, por supuesto; pero suelo meter mucho la pata–, bufé.

–¿Quién dijo que debes rompérselo?– Llamó mi atención. –¿Quién dice que no puedes ayudarla a repararlo?

Someday | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora