19. ¿Segura?

847 57 25
                                    

5 de noviembre de 2019

La adrenalina recorría mi cuerpo mientras yo avanzaba a través del campo. El reloj avanzaba con velocidad y, antes de poder hacer cualquier cosa, se escuchó el sonido de un silbato dando por terminado el partido. Cansada, me dirigía hacia las gradas con el resto de los chicos de la universidad, quienes ese día me habían invitado a jugar un partido amistoso con ellos.

Desde siempre había sido fan del fútbol, pero mi amor por el arte me había llevado a alejarme poco a poco del campo. Sin embargo, era lindo patear el balón de vez en cuando.

–Garzón–, llamó mi atención uno de los que fueron mis compañeros de equipo hace unos momentos, –deberías unirte al equipo universitario. Eres realmente buena.

La universidad tenía tanto equipo femenino como masculino de fútbol y de otros deportes. Los que participaban se lo toman muy en serio, y aunque anteriormente lo había pensado, preferí priorizar mis estudios.

Además, la cantidad de cosas que hacía para la universidad y mi mal manejo del tiempo eran una pésima combinación.

–Creo que no me alcanzaría el tiempo para eso–, reí llegando a mi destino con él a mi lado. –Hoy tuve la suerte de salir antes–, me encogí de hombros.

Recibí con gusto la botella de agua que Calle me ofrecía. A mitad del partido la había visto llegar y no pude evitar mirarla de vez en cuando. Cuando no lo hacía, sentía su mirada sobre mí.

–No sabía que jugabas–, me sonrió alzando una ceja.

–No lo hago–, le devolví la sonrisa agarrando mis cosas. –¿Vamos?

Asintió en respuesta dirigiéndonos a su auto.

–Te queda bien el papel de futbolista–, mencionó antes de entrar al puesto de conductor en su camioneta.

Lo que pasó después fue la misma rutina de siempre: llegar a nuestro apartamento, atender a Ramón, comer algo y juntarnos a resolver cosas de la universidad; todo esto entre risas, música y conversación. Compartir mi vida diaria con Daniela era más placentero de lo que esperaba. Por supuesto, como cualesquiera que vivan bajo el mismo techo, habían peleas estúpidas; pero habían risas y felicidad en mayor cantidad.

Después de cenar, me ofrecí a lavar los trastes para que pudiera ir a descansar. Ambas habíamos tenido un día largo y agotador en la universidad. Esas instituciones parecen querer succionarles la vida a sus estudiantes, pero, al parecer, es como deben ser la cosas.

Finalmente, me dirigí a mi habitación dispuesta a dormir.

Estaba recostada en mi cama mirando el techo de mi habitación, intentando buscarle alguna forma diferente a su diseño. No sé por qué no podía dormir a pesar del cansancio. Con mi cuerpo prácticamente inmóvil, mi mente parecía no dejar de trabajar. Habían mil y un pensamientos a la vez. Sobre mi mamá. Sobre lo mucho que la extraño a veces. Sobre mi carrera. Sobre el futuro. Sobre Calle. Sobre su reciente mudanza a mi apartamento. Sobre lo que yo quería y cómo no sabía qué quería ella. Sobre lo mucho que la amo.

Fue entonces que recordé aquella salida hace unos años, en 2017. Después de eso no habíamos vuelto a interactuar de la misma forma. Recuerdo las mariposas en el estómago que sentía a lo largo de toda la tarde, sobre todo en aquel atardecer. Al llegar a nuestros hogares fue como si nunca hubieran ocurrido ninguno de esos momentos que con tan solo recordarlos mi corazón latía más rápido.

Con el pasar de los días las muestras de afecto habían comenzado a bajar su intensidad. Al Dani hacerlo, inconscientemente sentí que debía imitarla. Nunca supe por qué...

Someday | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora