CAPÍTULO IV: PRESAGIOS DEL FUTURO CERCANO

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Aun cuando la vida solo le traía desgracia trataba de verle el lado positivo. Cuando su padre Luis, al verlo nacer deforme y horrible trato de matarlo y al ser detenido por su madre le perdono la vida, pero su madre Florense murió a causa de la plaga siete años después. El mal augurio recaía en el pobre Cadmo, que era apedreado al ser visto. Tuvo dos hermanos; su hermana Europa que se llevaban dos años y Setesh con el cual tenía cinco años de diferencia.

Luis, destrozado por la muerte de su gran amor pasó a ser un maldito alcohólico patán y nefasto. Golpeaba a sus dos varones hasta cansarse mientras a la pequeña Europa manoseaba en descuidos de ebriades al ver en su carita a su difunta esposa. Cadmo, deforme de nacimiento, era el que se llevaba las palizas peores.

Debía soportar eso, era mejor que el mayor fuera tratado como un perro a que sus hermanos pequeños sufrieran siquiera un rasguño, así que él se encargaba de que su padre no tocara a su hermana ni hermano. Durmiendo con los cerdos, compartiendo los desperdicios; flaco como un muerto, mugroso como un pordiosero y horrible como una bestia del Qliphoth. Estaba bien, no tenía objeciones; quien nunca conoció el amor paternal no puede quejarse del todo.

Caminaba a prisas hasta la casa de aquella mujer extraña sin nombre dentro del bosque. Las lechuzas lo vieron y, sacando una rata del bolsillo se lo extendió con cariño. El animal emprendió vuelo y lo atrapo con vuelo limpio y majestuoso abriendo el portal para que viera a su ama. La cabañita estaba algo vieja y húmeda, olía extraño debido a las pociones y entro con cuidado de no tirar nada.

-Ya estás aquí, creí que se te olvido, pedazo de mierda. –gruño la mujer con manos cruzadas.

Era fea; nariz larga y ganchuda con una enorme verruga a la mitad exacta, dientes negros podridos, cabellos tiesos y grisáceos, ropas raídas y pechos caídos por la edad. Para sus treinta y cinco años solo se pensaba que era un infortunio su condición estética, pero ese era el pago por su trabajo.

-Lo siento... -dijo tímido y se abstuvo de acomodarse el pedazo de tela asquerosa que tenía por playera. –Me quede dormido.

-Da igual, siéntate. –dijo sin escucharlo y agito la mano con impaciencia. –Creo que tengo un avance importante, ¡tuve una epifanía!

Cadmo se sentó en el banquillo de madera vieja y miro a su alrededor mientras movía sus piernas deformes. Animales disecándose mientras colgaban, hierbas en cada lugar de la cabaña, bichos moviéndose en frascos de madera y fetos humanos en unas especies de cajas trasparentes.

-¿Cómo esta Europa? –le pregunto una vez se paró frente a él con un vaso de humeante liquido asqueroso de color negro viscoso.

-Bien. Ha encontrado trabajo en la panadería, Setesh esta con el herrero y-

-No pregunte por ese pequeño bastardo engreído. –lo interrumpió poniéndole su largo dedo amarillento en la boca. -¿La trata bien ese rabo verde?

-¿El señor Oliver? Claro, es amable y buena persona. –dijo con sarcasmo, la verdad era que ese hombre era un depravado. –Con Europa... bueno, no le hace nada, supongo porque aun respeta la memoria de nuestra madre.

La mujer escucho con aire pensativo y le extendió el vaso.

-Bebe.

Cadmo obedeció; sabia como mierda de cerdo combinado con miados de perros con rabia. Al terminarse el asqueroso menjurje dejo el vaso con cuidado en la mesa cercana y espero algún efecto como siempre.

Paso la media hora,

Una hora,

Dos horas...

Nada.

La mujer se rasco la grasosa cabellera y comenzó a rebuscar entre los tantos pergaminos con runas que tenía en la mesa pegada al fondo.

HERO (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora