CAPÍTULO VII: SANACIÓN

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Luego de aquellas palabras tan extrañamente fuertes, Yuzu no pudo quitar de su mente aquello aun cuando ya estaban camino al pueblo de los chicos llamado York. Montaban a caballo mientras su alrededor parecía vigilarlos constantemente, no podía evitar sentirse responsable de lo sucedido en el campo de batalla... si hubiera estado allí Mei no habría estado a punto de morir, era la espada de Mei, tenía que estar a su lado lista para ser desenvainada y atacar. En lugar de eso estaba por su cuenta siguiendo las instrucciones de un niño deforme que tosía a cada rato.

Moriría dentro de poco si no se trataba y Mei había sido explicita en que quería a ese tal Cadmo con vida, y también era del interés de Yuzu, poseía una extraña vibra y olor que incluso samael estaba asustado, ¿Quién demonios era ese niño?

-Estoy bien, hermana. Cálmate. –dijo Cadmo escondiendo el trapo con sangre luego de toser. –Solo es el frio.

Yuzu lo miro de reojo para luego caer presa de los ojos de Flora que parecía complacida con tenerle nervioso. Las mujeres eran aterradoras, más que enfrentarse contra bestias. Con media hora más de cabalgata llegaron a un rio que corría con calma y olía ligeramente a gas.

-Le llaman el rio de fuego. –explico Flora situándose a su lado. –Se cuenta que una vez un hombre perdió a su esposa mientras una extraña enfermedad se extendía por el mundo; procedió a enterrarla por allá, cerca de esa extraña montaña a lo lejos de donde sale el agua y era tanto su dolor de la perdida que cavo y cavo por días, semanas y meses hasta llegar a un yacimiento de gas.

Yuzu busco dicha montaña y pareció preguntarse cómo era que se le decía el rio de fuego.

-Bueno, el señor regreso la tierra y no tapo bien por eso un día un extranjero acampo aquí cerca, prendió fuego y ¡boom! Se prendió una fumarola tan grande que acabo con el pueblo que estaba antes aquí cerca. No se pudo apagar tal infierno hasta que un mago llego y logro apagarlo, pero advirtió que no se podría prender fuego aquí o volvería a pasar.

-Esperaba una leyenda más interesante. –dijo Yuzu bajando del caballo.

-Lamento decepcionarte, aquí no hay nada que impresione con excepción del monte maldito.

Setesh también bajo y se acercó a Yuzu con gesto serio.

-Alguien nos sigue desde ya rato...

-No te preocupes, conozco a esta persona, verifica que no esté corriendo tras una falda y me concentre en mi nueva labor.

Alzo la mano hacia el rio y lo subió y bajo, como si llamara a algo y de pronto el agua comenzó a moverse y tomo forma de una mujer anciana cansada y enfadada. Setesh retrocedió asustado por aquello y cayo de nalgas al suelo, Yuzu y aquel espíritu conversaron un poco y asintiendo aquella imagen de agua desapareció.

-Al parecer no es bueno que cruce hasta que la luna llena desaparezca... tenemos unos invitados especiales del otro lado y en mi condición no es buena idea. –dijo mirándolos con seriedad. –Bueno, debemos esperar pero yo no puedo hacerlo, mi señora está obsesionada con los tiempos así que solo tengo dos días para ir a ese pueblo y tener respuestas... -miro a Setesh. –Tengo un favor que pedirte.

-¿A mí?

-Sí. Esta tierra esta sobre un antiguo templo dedicado a los ángeles del cielo, a su vez está invadido por un terrible poder demoniaco... -se acarició el mentón. –Si entro con mi actual cuerpo podría ceder ante ese flujo y perder la cordura. Así que me gustaría que me dejaras usar tu cuerpo.

-¿Qué? –dijo incrédulo.

-Que me de-

-Sí lo oí, bastardo. –replico molesto.

HERO (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora