CAPÍTULO V: VIAJE

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Estaba oscuro en aquella construcción, si bien los Faatidor ofrecieron su castillo para pasar ese supuesto final trágico, Europa alego que estaba grande y un poder mágico como el de la bruja no llegaba a cubrir un lugar amplio. Ellos llevaron a sus cinco sirvientes de gran confianza y pasaron la noche intentando encontrar una forma de pasar la noche sin la angustia que revolvía el estómago. Cadmo miraba a la nada perdido ante la posibilidad de negar ese futuro que había aceptado hacia una hora; no tenía idea de quien sería ese hombre y la bruja, que le negó volver a la cabaña, solo le dijo que ese destino decidía el del mundo y que podía negarse a ayudar a las personas a ganar.

Las personas son despreciables y asquerosas; traicioneras convenencieras como un maldito animal rabioso que ambiciona lo que es ajeno y espera para robarlo. Nunca están conformes con nada y siempre tienen ese extraño impulso de destruir y maltratar... eran peores que animales o demonios. Lo único que hizo la humanidad por él fue hacer que su madre existiera y diera a luz unos hermanos que lo amaban con el corazón, eso valía la pena agradecer de rodillas y suplicante. Eso le debía a la humanidad nada más y, si servir a ese hombre misterioso ayudaba a que sus hermanos viviera él con gusto estaría al servicio de ese demonio encarnado en hombre. Su hermana lo amaría con el alma y sufriría el desamor que le ofrecía al no poderla corresponder; más allá en el futuro nadie sabía que sucedería así que saber si ese bastardo hacia feliz a su hermana o no, aun no sabía ni el destino mismo que escribía la historia maldita que comenzaba su clímax antes del gran final esperado, donde la batalla más fiera debía ser desatada.

Los hombres, que Vivian dentro de todas las especies y esencias de la existencia tenía la capacidad de elegir el bien o el mal por libre albedrio. Cadmo lo sabía y comprendía que ambas fuerzas luchaban por el alma de cada humano en el mundo y ganaba la oscuridad, si seguía todo así se perdería todo y caería el caos. Una vez llegara el día siguiente empacaría sus cosas y buscaría a su salvador, al mesías del mundo y le serviría hasta que su cuerpo se pudriera en el suelo y su alma desapareciera. Amaba a sus hermanos pero arrastrarlos al infierno mismo era algo que no quería hacer. Solo, iría solo y cumpliría su función de pilar del arca salvadora.

-¿Estas bien, Cad? –pregunto Harmonía sentándose a su lado.

-Pienso. –dijo en voz seca y miro la puerta.

-¿En qué? –insistió para poder hablar con él.

Cadmo sabía que era una chica amable que se preocupaba por él y lo agradecía pero en esos momentos deseaba que la chiquilla se largara y lo dejara pensar. ¿No era más apetecible la compañía de su atractivo hermano Setesh? Esa niña tenía una vista pésima o un tumor en el cerebro para querer pasarse el día a su lado y más locos debían estar sus padres para permitirlo, ¿es qué no veían su deforme cuerpo y alma? Como deseaba matarlos a todos y dejar de oír sus palabras falsas, ver sus caras hipócritas y estar solo, ¡por qué no se iban a la mierda todos!

"No valen la pena... déjalos morir, Cadmo"

Al oír esa voz fría, venenosa y rencorosa sintió un miedo que entraba en su corazón, huesos y alma... era como oírse a sí mismo como era en verdad, con lo que sentía y pensaba, ¿esa era acaso su sentir?

-¿Estas bien? –dijo Harmonía tocándole de la frente con suavidad.

"Ella solo te usa para hacerse la bondadosa alma pura, pero en el fondo te aborrece y quiere patearte"

Cadmo se levantó de inmediato y miro a su alrededor; todos parecían absortos mirando a la puerta mientras sus bocas murmuraban algo.

-¿Harmonía? –llamo a la chica que lo miraba con ojos vidriosos y seguía murmurando cosas.

HERO (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora