CAPÍTULO XI: ARMAS

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-Apenas llegamos y debemos pelear, ¿está loca la princesa? –dijo Setesh a Matsuri.

-No lo sé. Supongo que es normal este revuelo si tienen a su único familiar vivo, ¿no te parece?

El chico no dijo nada y siguió a la pelirosa por el campamento que era amplio y parecían todos apreciarse. Las espadas eran afiladas, los arcos estirados y los cañones limpiados. Pasaron todo el cuerpo de ataque hasta llegar a la cueva lejana que irradiaba calor sorprendente, allí estaba Yuzu y Flora mirando sus espadas con sumo detalle.

-Un excelente trabajo como siempre. –dijo Yuzu y miro a su hermana. -¿Por qué tardaron tanto?

-Lo de siempre. –respondió refiriéndose al desvelo por beber mucho alcohol. -¿Y bien?

-Está creando armas nuevas con los dos corazones de dragón que traje. Sabes que es una excelente herrera.

El sonido del martillo que golpeaba al acero caliente lleno el aire y Yuzu se sintió a gusto escuchando eso. El calor era envolvente, como un torrente de poderosa creación del más poderoso utensilio de guerra, el fuego era un elemento que derretía y permitía que eso tomara otra forma mejor.

La puerta se abrió y una hermosa mujer salió de allí con el sudor remojándole la piel. Setesh la miro y quedo prendido de su belleza inusualmente cautivadora y nada merecedora de una labor tan masculina.

-Los nuevos, ¿qué quieres? –pregunto en tono brusco pero melodioso.

-Ah... -dijo el chico con sonrisa idiota.

-¿Sabe hablar este? –le pregunto a Yuzu y miro a Flora en espera de su respuesta.

-Yo quiero dagas y algunos cuchillos cortos. –dijo ella sonriendo.

-¿Oh? Pensé que por ser maga querrías solo una armadura.

-Pienso ser útil en todos los ámbitos. –dijo ella.

-Bella y osada, ¿de dónde sacas mujeres así, Yuzu? Te envidio algo. –suspiro y miro al chico. -¿Y tú?

Setesh comprendió que era muy extraño que no se le ocurriera que a esa mujer le gustaran los hombres luego de toda esa labor que hacía. Marchitado pidió una espada. Los hermanos se fueron junto a Matsuri para entrenar un poco.

-Tienen un aroma extraño esos chicos. ¿De dónde carajos los sacaste?

-Pague un corazón de dragón por ellos en un inmundo pueblillo. –respondió Yuzu. –Quiero pedirte un favor, Hefestos.

-¿Mm? ¿Cuál? –dijo ella arrugando el ceño por el apodo.

-Quiero que modifiques un poco las armas convencionales que pensabas darle a esos chiquillos, ¿crees poder con eso?

-Soy la diosa de los metales. –sonrió orgullosa. –Prueba y veras que hago magia, ¿qué planeas?

Yuzu se metió la mano en su bolsillo de la armadura y saco dos hojas viejas.

-Estas armas existieron en un punto de la historia y creo que se ajustan a ellos. Te pagare consiguiéndote a una hermosa joven para una cita romántica apenas ganemos la batalla.

La chica miraba los dibujos y parecía pensativa.

-Son espadas cortas con un diseño extraño... quieres que la punta sea gruesa y tosca, ¿por qué?

-Esas rasgan mejor la carne y huesos. Con un adecuado entrenamiento serán capaces de abrirse paso hasta los generales y matarlos terminando el enfrentamiento rápido. Ese chico Setesh se mueve como ladrón y Flora parece ser buena en ataques de defensa.

HERO (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora