CAPÍTULO VI: LA ADQUISICIÓN DE LOS TRES HERMANOS

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El pueblo donde estaba era una porquería; putas por todos lados mostrando los pechos desnudos mientras podías ver los síntomas de la sífilis si eras observador. Borrachos golpeando a sus esposas y niños, ladrones, cuerpos en descomposición en la calle, orines y mierda al paso.

Deplorable lleno de inmundicia no solo material sino espiritual, el solo sentir esa energía de desesperación y miedo le hacia quieres vomitar, llevaba vagando una semana en busca de ese supuesto pueblo de Asaak pero nadie sabía dónde estaba e incluso se reían cuando preguntaba. Sus ropas negras ocultaban la sangre seca de sus peleas con monstruos que encontraba en el camino, cubría su cuerpo herido y cicatrices horribles, su ojo derecho aun veía por suerte luego de ese enfrentamiento con Akizuki, incluso luego de dos meses se preguntaba como lo había derrotado.

"¿Tú lo derrotaste? Fui yo quien lo hizo, pedazo de mierda."

No, había sido él no samael, tuvo que morir para poder liberar ese poder maldito de su primer vida y salvar a Mei. Yuzuko Okogi lo hizo, no samael. Ese crédito era suyo y no se lo daría a nadie más. Estaba donde estaba ahora por su propia fuerza, las personas y magos que asesino fue por su mano y poder, ¡por su propia voluntad!

Una mesera paso rápido golpeándole el hombro y lo trajo de nuevo al presente, rodeado de la escoria humana sumida en caos carnal y mundano. Miro su vaso; olía a mugre y licor puro, lo tomo de un buen trago y sintió quemarle la garganta para luego quedarse una calidez que bajaba por su cuerpo hasta los dedos. Volteo el vaso y dejo tres monedas de cobre. El cantinero que tenía la cara quemada escupió en el piso y tomo el vaso.

-¿Otro? –gruño despectivo.

-No. ¿Sabe dónde queda Asaak? –pregunto mirándole a los ojos.

-¿Quién? –dijo curioso y se mostró dispuesto a hablar.

-Asaak. –repitió con voz neutra. –Me han dicho que es un pueblo.

El cantinero se acarició la deforme mejilla y miro a la entrada del lugar como si esperase que entrara alguien, pasaron minutos en los cuales Yuzu pensó en irse cuando el hombre carraspeo.

-Usualmente viene un misdannede a las tres de la tarde a comer algo, él siempre habla sobre el pasado de este mundo y como ha sido cambiado varias veces, también estupideces sobre el apocalipsis y eso.

-¿misdannede? –pregunto curioso.

-¿Oh? Así se dice deforme en la lengua original de lo que queda mi gente. –explico suspirando y le miro con sus ojos negros como de un oso de montaña.

-Ya veo... eres un vikingo.

-De los pocos puros. –dijo sirviéndose licor en el vaso que fue de Yuzu y lo bebió. –Aun cuando me rio de ese esperpento, algo dentro de mi concuerda con que este mundo está llegando a su fin... es por eso que estamos ansiosos, por eso es que los pecados aun aumentado, porque sabemos que está llegando el momento de morir y deseamos aprovecharlo, ¿no cree?

Yuzu no respondió nada y espero a que el cantinero volviera a hablar pero no lo hizo. Ambos parecían querer ubicarse en algún otro lado antes de allí y lo supieron; había sido justamente luego de vencer a ese demonio del rayo y llegar al puerto de Dilos, habían llevado a Yuzu con un curandero para tratar de sanar su alma de la ruptura; un exorcismo fue necesario para evitar que el demonio poseyera el cuerpo y fuera liberado del Qliphoth. Ese hombre estado en el puerto, junto a ese hechicero...

-Te ves mejor que aquella vez. –dijo el hombre con una sonrisa torcida. -¿Cómo esta Aihara? ¿Aún sigue tratando de derrocar a Yuu?

-Mi señora en estos momentos está atacando el fuerte del este. –respondió levantándose. -¿Dónde puedo encontrar al niño deforme del que hablas?

HERO (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora