CAPÍTULO XVIII: DISCORDIA (III)

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-No caíste en las ilusiones de ellos no por ser fuerte ni decidida, sino porque lo decidí así, niña. –Éride parecía complacida con su proeza. –Tú impactarías más en ellos dos... los más fuertes aquí, aunque podría decirse que la tercera persona está en este momento intentando cortarle la cabeza a la princesa.

-¿Qué?

-Flora Olimpo de Luca... una mujer que apenas está conociendo la superficie de lo que de verdad es. Una hechicera por naturaleza y, podría ser incluso la reencarnación de Lilith.

Harumin había escuchado a Yuzu mencionar ese nombre antes, que era la mujer de la cual se había enamorado Samael y que, lo que podía recordar de ella era que su intelecto y belleza nadie podía igualar.

-Ella no es esa mujer. –dijo seria.

-Mei Aihara también es un buen prospecto a ser la señora de la oscuridad, esposa del príncipe del Qliphoth y esposa de Samael, el asesino de la deidad suprema. –sonrió con malicia. –Esa mujer tiene un carácter fuerte junto a una personalidad de temer, de respetar, que impone.

-Mientes... ellas no pueden ser-

-Lo sabes incluso mejor que Samael, ¿no es así? Se deslizo hasta ella y posicionándose detrás de Harumin la hizo ver a Yuzu. –Qué una de esas dos mujeres es la que ha estado buscando.

-No, es mentira yo-

-Mentira es la que te dices cuando finges no estar celosa ni de Aihara ni de Olimpo. –sonrió. –Mentira es cuando te dices que ser su amiga es suficiente para ti, que es lo mejor y lo dejas marchar lejos de tu alcance.

Harumin tembló, esa mujer era la discordia, trataría de confundirla para hacerla actuar contra la princesa que juro proteger y a la joven que Yuzu consideraba valiosa.

-De respetar y cuidar a las mujeres que pueden estar a su lado, Harumin. Esas son las mujeres que estarán robándote al amor de tu vida mientras te revuelcas en esa mierda de autocompasión y comprensión.

Éride sonrió, su voz ya había entrado en el corazón de la chica y podía controlarla como a los demás. Era tan fácil alterar el corazón de las personas, con unas sencillas palabras de verdad. Eso era lo que mantenía a la humanidad a sus pies, que mentían primero a sí mismos y luego a ella con el fin de probar ser algo que no eran pero si soñaban ser.

No. La realidad era que todos eran así sin importar la raza que fueran o poder que tuvieran, todos mentían a sus propios corazones y mentes para poder subsistir entre los suyos y ser aceptados. Qué vida tan miserable era esa, llena de falsedad y falta de propósito. De pronto ella también entendió que su vida estaba llena de obediencia y desesperación por ser aceptada por alguien que obedecía lo que le decían.

-Si quieres que ese hombre sea tuyo... mata a esas mujeres que intentan quitártelo. –le susurro como le había susurrado a los hombres asesinar a Lilith hacia tantos años atrás.

-No tengo armas ni ropa. –murmuro.

Éride le brindo la armadura que una vez fue suya y una espada de rubíes. Una vez Harumin se vistió tomo la espada y se dio la vuelta para quedar frente a la discordia y camino.

-Sacia tus deseos más oscuros y profundos, hija del polvo y no te detengas. –le dijo sonriendo.

Harumin apretó el mango de la espada y la enterró en el vientre de Éride con fuerza y la mujer lanzo un chillido de dolor mientras caía de rodillas.

-Yo amo a Toshio y por eso lo he dejado ir. –le dijo a Éride mientras sacaba la espada de su cuerpo y la alzaba para cortarle la cabeza. –Amor es cuando la felicidad del otro es más importante que la propia... sé que él estará mejor con alguna de las dos. Es por eso que renuncie a él para ser su amiga.

HERO (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora