Dos personas.
Dos mundos opuestos.
Una relación falsa.
Una noche de fiesta ha bastado para dar un giro impredecible en la vida de Nicole Carson y Maximiliano Dimitriou, una estudiante universitaria y un magnate hotelero.
Uno nunca se ha enamorado y...
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Estoy tirada de rodillas frente a mi armario, buscando ropa para mi largo viaje a Nueva York cuando encuentro la caja en donde escondí el contrato.
Exactamente, han pasado dos semanas desde que regresamos de Londres y una semana desde que terminó el contrato. Somos libres el uno del otro, pero decidimos atarnos en una relación formal y ver qué tan lejos llegamos.
—Por fin te tengo sola —Becca se tumba a mi lado, suspirando.
Ni me tomo el tiempo de refundir el contrato en la caja, Becca sabe todo al respecto.
—¿Qué pasa? —dentro de mí me pregunto si sería buena idea romper el contrato.
—No vas a creer a quién me acabo de topar ayer.
—¿A una excompañera de la primaria?
—Noup —frunce los labios entre molesta e impactada—. ¡Al amigo ruso de Maximiliano!
—¿Está aquí? —Me parece extraño que Maximiliano no haya mencionado nada, bueno, tampoco dijo nada de traer a Grigory a mi graduación, supongo que otra vez ha decidido no decir nada.
—Salí al callejón a tirar la basura antes de poder venir a casa cuando unos hombres encapuchados se empezaron a acercar. Me apresuré porque desde luego pude sentir su mala vibra, pero uno de ellos corrió detrás de mí cuando quise entrar al restaurante y me enjauló, poniendo sus manos contra la puerta cerrada para no dejarme escapar.
>>Antes de siquiera me pudieran tocar más allá de mis mejillas y cabello, un carro seguido de una camioneta entraron al callejón y bajaron varios hombres, entre ellos Grigory vestido con su inmaculado traje —niega, recordando el evento—. La mirada de Grigory era siniestra ¿sabes? ¡Ni siquiera ocupó decir muchas palabras para asustar a los hombres! Solo dijo: "Peor error no pudieron haber cometido", ¿qué se supone que quiere decir eso?
Al no escucharla continuar, me encojo de hombros.
—No lo sé, Becca.
—¡Ni yo! —exclama, confundida. Después sigue narrando:— Cuando tenemos a unos escasos centímetros lejos de nosotros a Grigory, los dos hombres me soltaron y se echaron a correr. Él volteó a mirar a unos de sus hombres y así, sin pronunciar absolutamente nada, tres de ellos partieron carrera para donde huyeron esos idiotas.
—¿Y qué más pasó? —no es por ser fisgona, pero la historia es bastante interesante.
—Grigory me preguntó si estaba bien, por supuesto le dije que sí y de ahí esperó a que saliera del trabajo para traerme a casa.
—¿No le preguntaste cómo es que llegó a ti de la nada?
—¡Claro que sí! Dijo que se encontraba comiendo en el restaurante cuando me vió, cosa extraña porque no recuerdo haberlo visto en toda la noche —frunce sus cejas—. El punto es que, según él, iba a esperar para saludar cuando estaba fumando afuera y se dio cuenta de lo que sucedía.
