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Ella se levantó inmediatamente terminó de comer y dijo que iría a su tienda por un par de cosas que necesitaba para su limpieza.

Falgnir designó a los 2 soldados que la habían custodiado cada noche para que vigilaran que no le pasara nada. Ella salió sonriente, aún era temprano.

Tal como Blanch les había dicho, extendió su capa en un par de ramas a modo de cortina. El sol atravesaba el manto dejando ver la sombra de su silueta. Asi que Blanch colgó el tocado largo sobre un pedazo de rama cortada que sobresalía del piso, para que diera la impresión de que ella seguía allí un poco agachada, así pudo esconderse un poco más abajo, que bueno que conocía muy bien esa zona.

Durante la noche se había fabricado otra honda, tomó varias piedras y envolvió varios retazos de su vestido rasgado, los lanzaba cada vez más y más lejos.
Se quitó ese vestido y lo escondió a los pies de un árbol bajo una montaña de hojas, pero no estaba desnuda; tenía los pantalones y la camisa de Odo puestas. Si ofreció zurcir sus prendas, es porque Odo era uno de los soldados más bajos, quizás unos 3 cms más alto que ella.

Con retazos de las mantas se apretó el pecho para que pasara desapercibida y su cabello totalmente recogido y cubierto por un capirote blanco que se cerraba sobre su barbilla, un paletoque marrón y una correa mal puesta sobre su cadera para verse más recta.
Estaba lista, se agachó y se deslizo por la ladera, camino contrario por donde había arrojado los retazos de su vestido.

Los 15 minutos pasaron, la capa seguía colgada. Se veía la sombra de ella agachada; Falgnir trató de ser suave al apresurarla.

-Joan, ya se cumplió el tiempo, venid ahora-

No hubo respuesta, solo un silencio inquietante. –Joan?- Falgnir se le había secado la boca de repente ... y fue corriendo hasta la laguna.


-maldición- gritó él. Arrancando la capa de las ramas; la sombra que veían, sólo era su tocado mal colgado de un árbol roto, así los había engañado.

-¡¡Encontradla!!- ordenó a todos sus soldados.

Thomp estaba asustado, Falgnir estaba furioso, y los soldados que la custodiaban, temblaban al percibir un castigo, pero era crucial hallarla pronto. Finalmente a unos 2 metros encontraron un retazo de su vestido, y siguiendo un camino extraño hallaron otro; dejaron unos pocos soldados atrás y se fueron siguiendo el rastro.

Mientras tanto el soldado que cuidaba los caballos, se preparaba para salir en cualquier momento. De pronto vio un polvo que rodeaba su cabeza, comenzó a toser, a sentirse mareado, ¿qué estaba pasando? Se giró y vio a un soldado

-Odo?-

Pero este soldado levantó el rostro, no era Odo...; sujetaba una hoja que contenía un polvo extraño, sopló hacía él, y ese polvo terminó por desmayarlo.

Era Blanch que aprovechó la oportunidad para sacarle el sombrero al soldado, ella no quería quemarse del sol. También robó su arco y sus flechas.

-al fin, esto me vendrá bien- se dijo a si misma mientras arrojaba el cuchillo que le había ofrecido Thomp la noche anterior.

Quemó un retazo de tela y arrojó la flecha hacía lo alto, esperaba que cayera muy lejos para que ellos se alejaran más en su búsqueda.

- Bertha, vamos mi querida amiga, solo en ti puedo confiar ahora -, le dijo a su hermoso caballo, en realidad era una yegua.

Con las mantas cortas, Blanch se había ideado un par de bolsas para llevar el oro que traía con ella desde un principio, y una muda de ropa interior. Un vestido fino que quizás podría cambiar por otros más sencillos en su camino.

LAS MEMORIAS DE WINDSTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora