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Alborozos por la ocasión. El tropel convertido en suspiros, murmullos, y admiración; esperaban ansiosos una oportunidad de intercambiar palabras con la dama. Toda la atención de la corte, se había volcado en ella.

Sus modales y presencia, cayeron pronto en gracia, y fue invitada a muchos eventos de diversas familias. Falgnir, Arthur y Robert, componían la guardia real y se posicionaron junto al rey.

– Os felicito su majestad, Lady Blanche de la casa Joveuz, una ilustre duquesa. De haberlo sabido, no escatimaría en escoltas y cuidados. ...Más de lo que estaba dispuesto a proporcionar en un inicio –, dijo Robert mirando a Falgnir.

– No pretendo cuestionarlo su majestad, pero ¿Por qué no nos habló de su gran importancia? –, preguntó Arthur.

El rey seguía con su tono jovial, – ¿En realidad no lo sabían?, no me extraña. Muy pocos en la corte tenían conocimiento de ello; cuando les dije que si lady Blanche me juraba fidelidad, le devolvería Oxfield, ¡era en serio! Con su juramento, Oxfield será una parcela más de mis territorios, y en compensación por su lealtad, se la regresaría. –

– Majestad, cuando nos dijo eso, lo hizo parecer como un eufemismo para convencer a la dama de venir. Edmund la atormentaba y no dudo que de haber tenido éxito, hubiese cumplido sus amenazas –, dijo Falgnir

–A Edmund se le ordenó convencer a la dama de venir por las buenas o por las malas, al parecer su forma de hablar, no es muy efectiva. Pero bajo ninguna razón debía lastimarla, él lo tenía muy claro. Recordaran que estaba terriblemente abatido por su derrota ante una chiquilla–

–¿recordarlo?, no hablaba de otra cosa que no fuera venganza, su cojera empeoraba, y juraba al cielo que daría con el maldito que lo lastimó; al parecer no creyó que fuera la misma dama quien le hiciese daño – dijo Robert

–y miradlo ahora. Al parecer se curó milagrosamente, su porte es mucho más derecho, saca el pecho y no deja de sonreír y hablar a madame Blanche, quien lo hirió por la espalda según él.
¿Quién imaginaria que esta cojo? –, dijo Enrique divertido

Los tres hablaban cortésmente, con el ceño fruncido, característico de los guerreros que han batallado por largo tiempo, o quizás debido a sus luchas internas, entre sus deseos y sus deberes; era obvio que ellos también querían conversar con Blanche , pero sus deber real como guardias, les impedía moverse.

Enrique lo sabía, y no dejaba de reírse por ello, – Honorables lords, por hoy me bastará con William y mis escuderos, vosotros id a disfrutar la velada, pues mañana debed marcharos–, Sin poder disimular la alegría, le agradecieron entre venias y halagos, y de forma casual trataron de acercarse.

Para Arthur las cosas no fueron tan fáciles; lady Agness salió repentinamente de una esquina oscura, y comenzó a hablarle de música y nereidas; comprendiendo lo que la dama quería, y viéndose lejos de sus conocidos, no tuvo más remedio que cumplir entre lamentos el capricho de la dama.

Más difícil fue para Robert, un sequito de ladies lo rodearon, y con su galantería natural, se veía impedido de rechazarlas. Tras una columna, se hallaba lord Somerville junto con su hija, que se acercaban a él animosos pero con malicia en la mirada. Robert no se libraría fácilmente esta noche.

– Bienvenida lady Joan–, dijo una voz que ella conocía muy bien, se giró de inmediato y allí estaba su Falgnir, mirándola con tanta devoción, que ella se sintió sobrecogida.

–Muchas gracias lord Windstor, esto no sería posible sin vos–

Él extendía sus brazos y ella no deseaba más que sumergirse en ellos; pero entonces, una joven de voz chillona se atravesó, posando sus manos sobre los brazos del lord, –Falgnir, ¿me estabais buscando?, disculpadme, me vi envuelta en la conversación de un amigo de mi padre, ¿nos vamos?–

LAS MEMORIAS DE WINDSTORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora