No sabía en qué momento había pasado, pero había dormido muchas horas. Demasiadas.
Era pasada la medianoche. Nunca había dormido tanto, por lo que asumía que al haber sido su primer celo intenso, sumado a todo lo que aconteció con Chuuya y cómo la noche anterior no había podido descansar luego de sentir sus feromonas por primera vez, había explotado.
Chuuya, oh, Chuuya... si él se encontraba fatigado, no quería ni imaginar a su pobre omega sufriendo su celo lejos de él. Le aguardaban días aun. Los días suficientes como para que Dazai ordenara sus ideas y supiera cómo proceder y se entendiese a sí mismo. Pensó en escabullirse a verlo otra vez, pero sabía que Odasaku estaría vigilándolo. Pensó en escribirle unas palabras de aliento, pero no había motivos para hacerlo, además de que sería inefectivo y su compañero lo insultaría o no le respondería. Pensó en si estaría bebiendo el vino, y si pensaría en él.
Se encontraba confundido y sin saber adónde apuntar o adonde ir; detestaba a Chuuya, le parecía patético y torpe; al mirarlo pensaba en lo irascible que era, lo petulante y pequeño que podía ser. Y sin embargo, nunca le había molestado su compañía. No diría que se había encariñado
con él, no, pero se había acostumbrado a su presencia, a sus gritos, a sus golpes. Se había acostumbrado tanto, y había llegado a conocer tan bien sus límites, que hasta disfrutaba molestarlo y hacerlo estallar. Sabía lo que le gustaba y lo que no. Sabía que, a diferencia suya, creía y confiaba, y que nunca traicionaría a nadie. Era tan tonto.
Por eso Dazai detestaba que esto le hubiera pasado con él, y no con una bella señorita dispuesta a cometer un suicidio doble, no, tenía que ser con el enano enojón.Y, por más que jurara que no lo soportaba, por más que creyera en todas las cosas que le disgustaban de su compañero, su cuerpo actuaba solo. Su instinto alfa lloraba por Chuuya luego de que descubrió su condición de omega. Ayer podía ver a Nakahara a la cara y decirle cuán idiota era, sin embargo, esa mañana no soportaba su lejanía y al verlo no podía pronunciar ninguna palabra, ni podía pensar en nada que no fuera tomarlo de mil maneras diferentes y no soltarlo nunca. Le asqueaba.
Era una dualidad intolerable. Su mente asegurando que ni siquiera le gustaba tener a su compañero a menos de dos metros de distancia. Y su cuerpo, ignorando cualquier protesta de su dueño, desesperado por fundirse en uno con Chuuya, deseando con fervor los abrazos, su toque, sentirse completo; con su ritmo cardíaco enloquecido y su mente sorda. La persona que menos quería resultó ser la que su cuerpo y su alma necesitaban; su cuerpo y alma eran uno solo, mas sus ideas estaban separadas, totalmente en desacuerdo.Las horas pasaron y pasaron y, entre sus cavilaciones sin rumbo ni consuelo, Dazai decidió que pasaría el día rápido como pudiera, sin pensar en nada hasta que fuera el momento de ir al bar con sus amigos. Por lo que se movió de lado a lado de Yokahama haciendo pequeños encargos para Mori, pero sin perder mucho tiempo en ellos como para que se hiciera tarde.
A las veintidós horas de ese mismo y eterno día, arribó ansioso al bar bajando las escaleras.
—¿Interrumpo algo? —preguntó Dazai mientras bajaba los últimos peldaños con los ojos tapados y simulando vergüenza.
—A diferencia tuya, nosotros sabemos controlar nuestras feromonas y celos, más aún en público —objetó Ango Sakaguchi.
—Es fácil para ti decirlo, ustedes son una pareja de alfas. No saben lo que se siente tener un omega destinado —se jactó.
—Por cierto, ¿estás seguro de eso? —preguntó tranquilo Odasaku mientras bebía su licor y veía al menor sentarse entre ellos.
—Pregunto lo mismo. ¿Qué, acaso eso de las parejas predestinadas no son un mito? —preguntó Ango.
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Sobre instintos y amores ||Soukoku||
FanfictionDazai es un alfa, futuro jefe de la Port Mafia. Chuuya espera ser un alfa, uno mucho más fuerte que su compañero. Sin embargo, cuando un Chuuya de dieciséis años sufre su primer celo, nada sale a su favor.