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Chuuya, al despertar, agradeció que sus trabajos debieran ser de noche, puesto que, sin planificar ni pretender, durmieron mucho más de lo estipulado. Habían descansado de maravilla, sin embargo, tampoco era muy positivo ya que habían perdido toda una mañana y tarde de investigación antes del ataque.

Había dormido muy bien, demasiado bien. Aquella cama en ese sitio tan acogedor era magnífica, y era mejor aún luego de haber sufrido el frío de la madrugada calar sus huesos y enredar sus cabellos. Era muy cálido, muy dulce, y poseía un aire muy romántico y hogareño. Le hacía sentir el ambiente de una familia que nunca tuvo. Suspiró e intentó ejecutar algún movimiento, mas su cuerpo se sentía cansado; además, asumió que Dazai también había disfrutado de un gran sueño, puesto que se encontraba casi aplastándolo, invadiendo todo su lado de la cama. Intentó moverlo y, pese a tener una gran fuerza, el cuerpo de su compañero pesaba como si fuera peso muerto. Bufó y decidió que tendría que despertarlo a codazos hasta que mostrara señal de vida, mas al acomodarse mejor y ver el rostro dormido de su compañero, increíblemente cerca, solo pudo reír y, a su vez, sentir sus emociones fluir con arrebato. La cara de Dazai al despertar era de terror; los cabellos mucho más despeinados de lo normal y pegoteados, las comisuras de los labios se encontraban llenas de baba, y su boca semiabierta; y, para colmo, a pesar de compartir habitación hace mucho tiempo, nunca notó que su compañero soltaba leves ronquidos y palabras ininteligibles entre sueños. O nunca lo había notado, o era que el alfa jamás había dormido tan cómoda y profundamente. Sin embargo, pese a lo desagradable que se veía y lo gracioso de la situación, sus ojos se cargaron de cariño al observarlo. Parecía un niño, tan expuesto e indefenso. Sentía que era una imagen grata de apreciar y que también se sumaría al cúmulo de recuerdos que tendría para siempre en una caja con el nombre de Dazai labrado en ella. Y, no obstante, le costaba creer que ese ser que expelía dulzura e inocencia en aquel momento, al estar despierto era un demonio, irritante, posesivo, distante y petulante. ¡Era insoportable! Deseó fervientemente tener una esfera de cristal para poder encerrar dentro a aquel Osamu tan pacífico y gracioso, para así no destruir esa imagen que podía catalogar como linda, a su manera; una imagen que seguramente se arruinaría cuando aquel ser endiablado abriera la boca.
Siguió riendo un rato hasta que centró su atención específicamente en el rostro ajeno, ese tan poco atractivo que descansaba a su lado, y se percató nuevamente de la cercanía. Sin sentir los nervios usuales, su corazón comenzó a latir fuertemente de nuevo. Podía sentir el olor de Dazai, tan fuerte y acerbo penetrar en su nariz, incluso a pesar de su letargo siendo imponente. Se estaba convirtiendo en algo bello para él y ya comenzaba a habituarse al mismo. Sentía la respiración ajena chocar casi imperceptiblemente contra él. Sentía todo. Posó su mano en el pecho de Osamu y sintió sus latidos, y sintió responsabilidad; sintió que aquel corazón seguiría latiendo gracias a él, que hacía varios días y a partir de aquel, en cierta manera y en contra de su voluntad, se encontraría ligado a Dazai de muchas formas que jamás creyó posibles entre ellos. Recordó que su compañero le dio a entender que el omega le había otorgado, al menos un poco, unas ganas de vivir que había dejado atrás. Sonrió ante aquello y sintió nuevamente el compromiso caer sobre sus hombros. Sin embargo, Dazai también se había adueñado de él y su sentir, alborotando todo dentro de él y suscitándole sentimientos encontrados. Deseaba matarlo, pero si lo hacía, no querría perderlo. Era muy algo muy enrevesado para aceptar, y él era muy orgulloso para ayudar.
Suspiró por milésima vez en nombre de Dazai Osamu, y decidió que ya había tenido suficiente.

—Dazai, despierta, maldita sea —dijo en un susurro, aumentando el tono en cada palabra. Le golpeó con los dedos en su frente. Al no obtener resultados, le dio con el codo—. Maldito bastardo, ¿cómo puedes dormir así?

—Déjame —susurró en respuesta, antes de volver a dejar su boca entreabierta y seguir murmurando insensateces.

—¡Que te levantes! —exclamó. Sintió el cuerpo de Dazai removerse un poco sobre sí y se relajó un poco. Sin embargo, su compañero solo se había movido para volver a acomodarse.

Sobre instintos y amores ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora