24

14.4K 1.1K 796
                                    

Decidí subir todo de sopetón para poder darle un cierre ya a la historia.

Espero que disfruten y cumpla con sus expectativas y ¡cualquier opinión es bienvenida!

Por favor, LEER LA NOTA QUE LE SIGUE AL EPÍLOGO.

Gracias por todo; por el espacio y el amor.


-----------------------

Nada de lo que aconteció en todo ese tiempo fue consentido por Kouyou Ozaki.

Entre tantas salidas, viajes, días y semanas, se cumplió el tiempo, y Dazai, disfrutando de una bella relación con Chuuya luego de ese período intenso que fue cortejarlo, no lo había visto venir.

Chuuya se revolcaba de lado a lado en la cama de Dazai en su habitación, a la cual le había echado llave. Sentía su cuerpo en el peor de los hervores, sacudiéndose y con las piernas debilitadas. Jadeaba y lloriqueaba, prendado a la almohada de su pareja, oliéndola y refregándosela. Tomó las mantas con el aroma de su alfa impregnado en las mismas, pasándolas entre sus piernas y moviendo sus caderas de arriba a abajo.

Odiaba su celo, lo detestaba de inicio a fin, despreciando su fragilidad y su falta de sentido. No obstante, sabía muy bien cuándo iba a ser y se había preparado para ello. Había decidido pasar su celo junto a Dazai en la habitación que ambos compartían, y había comenzado a tomar unos días antes unas pastillas que le había otorgado Kouyou, tratándose de inhibidores que cumplían, a su vez, funciones anticonceptivas. Chuuya no quería tomar ninguna cosa extraña, mas su mentora se había negado a permitirle pasar su celo acompañado del bastardo de Dazai si no los tomaba.

Los inhibidores eran diferentes a los supresores que había ingerido en su primer celo, puesto que solo eliminaban su olor, sin embargo, no calmaban su celo de ninguna manera. Era la mejor forma posible de esperar a Osamu sin que todos los alfas de la Port Mafia terminasen en su puerta.

Suspiró en medio de su calor para pensar en Kouyou y en cómo le estaba ayudando. Ciertamente, ni él ni su pareja eran tan tontos como para comentarles a Ozaki sobre su relación; no obstante, no contaban con que la señora que les atendió en la posada a las afueras de Yokohama fuera tan amiga de Mori, ni mucho menos que se telefonearan con frecuencia. Y lo que Mori se enteraba, se enteraba Kouyou.

El día que sucedió fue el peor. La elegante mujer los citó en el despacho de Mori y les realizó todo un interrogatorio con el jefe riendo de fondo. Cuando ellos les dijeron todo, ella le dio una mirada peyorativa a Dazai detrás de su abanico, le dijo que jamás tendrían su bendición, pero que les daba su permiso. No lo aprobaba, pero lo dejaría pasar. Luego de eso, dio inicio a una clase enterísima de educación sexual, y con eso los muchachos agradecieron que la dueña de la posada no le haya dicho a Mori lo que habían hecho en las aguas termales.

Chuuya, tomando fuertemente la manta entre sus manos, espantó todos los pensamientos sobre su mentora y se dedicó a pensar en Dazai como si así pudiese invocarlo, puesto que lo necesitaba con insistencia. Jadeaba con el nombre de su alfa bailando en sus labios, enrojecidos por sus propios mordiscos desesperados.

Movía su cuerpo de lado a lado, rodando y rodando, sintiendo su rostro arder, sus caderas moverse con ahínco, su cabeza volar y su pecho subir y bajar con violencia. Comenzaba a desesperarse cuando comenzó a sentir más cerca el aroma amargo de Dazai, aquel hombre del cual se había enamorado con fiereza y sin reparos, aquel fastidio con quien había decidido pasar el resto de su vida, aunque eso no signifique demasiado tiempo en aquella vida que llevaban donde eran prisioneros del peligro.

Su respiración se agitaba más y más a medida que Osamu se aproximaba a la habitación, sus manos temblorosas recorriendo su propio y delicado cuerpo.

Sobre instintos y amores ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora