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El resto del día pasó sin precedentes. Estuvieron en esa posición durante muchos minutos hasta que Dazai, como siempre, decidió romper aquel silencio una vez que se sintió mejor, reconfortado y querido. Había decidido mostrarle a Chuuya todo de sí y, al hacerlo, no supo cómo reaccionar; se sintió muy contrariado, con intensos sentimientos de incomodidad por haberse dejado ver, y a su vez con la alegría de haberse revelado a alguien, y más aún por haber sido Chuuya. Todo había sido único y precioso, mas no pudo evitar sentirse demasiado entregado y, por ende, frágil, mostrando un lado que ni siquiera él quería ver, pero Chuuya lo valía. Fue un deseo propio al cual no le había medido la magnitud de las consecuencias.

—Ya me estás asfixiando, percherito —murmuró, simultáneamente soltando el agarre del omega—, y tu olor me está matando, sabes —declaró sin pudor y con una voz tranquila, con matices de dulzura y gracia. Chuuya asintió y se arremolinó hacia atrás, volviendo al lugar donde había estado reposado su cuerpo previamente a la situación.

—Espera, ¿no te pondrás vendas nuevas? —curioseó, hincando sus ojos en él y en su cuerpo que en ese momento estaba de perfil a él, pudiendo ver el lado derecho del cuerpo y del rostro del alfa que deseaba. Pudo notar en ese momento cicatrices que habían pasado desapercibidas para él veinticinco minutos antes. Se estremeció ante el reciente recuerdo.

—Eso debo hacer, pero me he quedado sin vendas en estos días que descansaste —comentó, buscando con su mirada su camisa para escapar de los ojos perspicaces e interesados de Chuuya—, por lo tanto tendré que lavar estas y esperar a que se sequen antes de poder ponérmelas de nuevo.

—¿Puedo... ayudarte con ello? —preguntó con audacia, analizando el reaccionar de su compañero y, a su vez, esperando una afirmativa. Dazai también lo inspeccionó. Luego de tanto tiempo, sentían el mar y la oscuridad fundirse. El mar sereno, la oscuridad más esclarecida.

—Yo... —comenzó, aún perdido en la mirada del omega, buscando algún indicio de arrepentimiento o temor, mas esos ojos eran temerarios y seguros, como siempre. Unos ojos que le gritaban que de verdad quería hacerlo. Ese endiablado omega, tan impulsivo, fuerte e imbatible—. considero que es mejor que te alimentes y luego descanses, Chuuya. La dueña de la posada te ha traído muchas cosas al verte en el estado en el que volviste luego de la misión.

—¿Cómo volvimos de la misión? —cuestionó intrigado.

—Pues te han traído tus familiares, los duendes mágicos —le contestó. Cuando vio a Chuuya rodar los ojos y hacer un ademán de moverse para golpearlo lo retuvo—. Espera, ni siquiera puedes moverte. ¿Qué respuesta esperas? Solo estamos los dos, por supuesto que te traje yo.

—Qué raro de ti, bastardo —le respondió, escrutando su rostro.

—Aunque hubiese querido dejarte allí, Mori me hubiese regañado.

—Ya —murmuró, acomodándose lentamente en la cama, con la delicadeza de no terminar de romper sus huesos dañados por la corrupción. Posicionó su cabeza sobre la almohada de una manera más cómoda y le contestó con una voz ligeramente decepcionada—. Por cierto, en mi bolso guardé un par de paquetes de vendajes nuevos. No será necesario que laves los tuyos.

Dazai se quedó estático, con los pies clavados al suelo. Miró a su compañero, quien en ese momento ya se encontraba volteado hacia el borde de su lado, dándole la espalda, y se sintió afectado. Creyó que no era necesario agradecerle un detalle tan significativo que era obvio que apreciaría, y caminó lentamente hacia el bolso de Nakahara. Rebuscó y encontró lo que había estado necesitando. Miró a Chuuya y dejó uno de los paquetes sobre la cama, a los pies, y se acercó a una mesilla cercana a la chimenea donde descansaba la comida que había estado guardando ante el inminente despertar del omega. Tomó la bandeja y la depositó en la cama, pegada a la espalda del otro. Tomó las vendas y encaró hacia el baño. Antes de ingresar al mismo, le dijo a Chuuya que comiera o que nunca crecería.

Sobre instintos y amores ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora