—¡Maldito Dazai! —clamó Kunikida desde afuera. Se encontraba frente a la puerta de una gran casa, en una zona de los suburbios, en un bonito vecindario.
Había ido a buscar a Dazai luego de ir a su departamento y percatarse de que no se encontraba allí. Y no solo esa tarde, sino que fue un hecho que se repitió por semanas; él iba a buscarlo a su departamento, no lo encontraba, y luego Dazai aparecía por la agencia como si nada. Kunikida planteó el problema en la oficina, haciéndole saber a los demás sus dudas acerca de dónde diablos estaba Osamu fuera del trabajo. No era algo que le importara ni que le incumbiera, pero le llamaba la atención que su molesto compañero no estuviera en su departamento; y, ciertamente, Atsushi afirmó que ya no lo veía entrar ni salir, y que no oía nada desde su lado de la pared.
Aquello generó una incógnita global ante la cual Ranpo solo rio y se dedicó a comer sus dulces. Ese día, Dazai aún no había llegado, por lo que, luego de analizar la situación, partieron en su búsqueda al percatarse de que era posible que en todos esos años hayan sido engañados por este hombre.
Desde los hermanos Tanizaki hasta Yosano conformaron el grupo que acompañó a Kunikida en su expedición. Ranpo quiso negarse, pero se lo llevaron a rastras; jamás encontrarían a Dazai sin su ayuda. Solo un genio podía lidiar con otro de tal magnitud. Y no se equivocaron, puesto que seguirle el rastro a un antiguo miembro de la mafia no era nada sencillo. Incluso habían considerado la idea de, simplemente, seguirle el rastro luego del trabajo para ver adónde paraba, pero Dazai era demasiado astuto, y lo sabían.
Por otro lado, a Kenji nadie le avisó.
Luego de un buen rato de caminar, preguntar y debatir, fue que llegaron a la situación de Kunikida, y todo el resto de la oficina, frente a aquella puerta tan bonita. Ninguno estaba seguro de que fuese allí, pero todos mantenían sus posturas; los Tanizaki estaban cansados, Atsushi se mostraba dudoso, Yosano aseguraba que no había manera de que él viviese allí, Kunikida se encontraba de brazos cruzados frente a la puerta, y Ranpo, pese a que odiaba caminar y se perdió en las calles como un niño en más de una ocasión, estaba inusualmente inquieto, con una sonrisa que reflejaba su comportamiento ansioso.
—¡Dazai, abre esta maldita puerta! —exclamó, segundos luego del golpe anterior, repitiendo la acción y haciéndolo con mayor fuerza. Sus compañeros lo miraban dubitativamente, puesto que podían estar equivocados y podía no ser la casa de Dazai, y podían estar simplemente asustando al dueño de la casa y al barrio entero. A Kunikida le importaba un soberano rábano, porque, pese a que también le parecía extraño, no duda a ni una pizca de las palabras de Ranpo.
Golpeó una vez más con violencia hasta que la puerta se abrió. Todos abrieron sus ojos de golpe, excepto Ranpo, que sonrió con satisfacción. Permanecieron estáticos en su lugar, observando a Dazai frente a ellos con cara de pocos amigos. Este estaba apunto de increpar a quienes interrumpieron de esa manera tan intensiva, pero fue interrumpido al ser tomado abruptamente de los hombros y ser sacudido. Sus gestos no se inmutaron ni un poco; seguía ecuánime, solo que con sus facciones acentuándose ligeramente en una mueca de disgusto.
—Dazai —dijo Kunikida en una voz de ultratumba.
—Sí —fue su respuesta desinteresada.
—¡Maldito Dazai! —rabió, moviéndolo de lado a lado, exclamándole en la cara. Dazai solo se dejó tomar y se dejaba zamarrear, mirándole imperturbable, con una mirada punzante que, al menos a Naomi, ya comenzaba a causar escalofríos—. ¿Se puede saber desde cuándo vives aquí, y por qué no nos has dicho? Eres una desgracia, ¿qué pretendías? Faltas al trabajo, llegas tarde, y ahora resulta que ni siquiera vives bajo el techo que la Agencia te dio, ¿y no avisas? ¡Además, qué demonios te ha sucedido, se supone que eres inmune a todo, pero acaso has recibido una habilidad que te ha rejuvenecido! Si serás idiota.
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Sobre instintos y amores ||Soukoku||
FanfictionDazai es un alfa, futuro jefe de la Port Mafia. Chuuya espera ser un alfa, uno mucho más fuerte que su compañero. Sin embargo, cuando un Chuuya de dieciséis años sufre su primer celo, nada sale a su favor.