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—¿Lo dices en serio? —inquirió Chuuya, con su sangre arder ante la excitación de pelear.

—Pues sí —afirmó, pensando todo de nuevo—. No hay manera de infiltrarse en esta gran fortaleza sin llamar la atención, y no es como si golpeando la puerta fueran a abrirnos gustosos.

—Ya —comprendió, preparándose para lo que fuera que se le ocurriera a Dazai.

—Sin embargo, lamento decirte que esta es tu parte —indicó, sonriendo.

—¿Qué? —preguntó, confundido, dejando entrever incredulidad en su voz.

—El único que puede escalar ese muro eres tú, y no podemos pasar por las puertas con esos gorilas —contempló, pensativo—. Por lo tanto...

—¿Bromeas? —le miró con los ojos llameantes de repente—. ¡Siempre soy yo quien hace todo el trabajo, maldito bastardo!

—Ya deja de gritar, percherito —se rio—. Agradece que no hay cámaras a la vista y hazlo.

—¿Debo pelear solo? —le cuestionó fastidiado.

—Si intentaras subir conmigo, mi habilidad anularía la tuya —explicó con tranquilidad—. Solo nos queda la puerta, la cual podrás abrirme desde adentro una vez que los derrotes. Son seis hombres, Chuuya, has peleado contra docenas.

—Lo sé —dictó, recordando con orgullo algunos viejos conflictos—. De acuerdo, pero ¡te odio!

—Yo sé que no —se burló. El omega solo apretó su puño encolerizado.

—¿Solo debo derrotarlos y abrirte este portón? —preguntó, pensando todo con detenimiento. Su compañero asintió—. ¿Y luego, qué?

—Luego ingresaremos a ese dichoso edificio —dijo, obviando su proceder.

—Eso ya lo sé, maldito desperdicio de vendajes —siseó con molestia—, pero quiero decir ¿cuál será el plan una vez dentro?

—¿Acaso ves que ya estemos dentro? —cuestionó, aburrido. No esperó una respuesta que no obtendría—. Pues no, así que ahora solo concéntrate en hacer lo tuyo con esos gritos ridículos —iba a reírse, mas su aire desapareció al sentir un puño impactando contra su abdomen.

—Ya cállate. Tu única parte aquí es pensar —espetó—. Si ni siquiera pelearás, solo cállate e idea algo, maldito bastardo —dijo, para luego refrescar su mente.

Chuuya ignoró a su compañero que se quejaba a su lado, y decidió ponerse en acción. Haciendo uso de su habilidad en todo momento, caminó por el muro con decisión y una vez arriba, se paró en el borde y marcó mentalmente un objetivo y, justo en el momento en que fue avistado por los hombres que protegían cada puerta, saltó increíblemente alto, para gritar y aterrizar sobre la cabeza de los dos hombres que custodiaban la puerta del edificio en la zona central. Dos menos.
El golpe los había dejado inconscientes bajo sus pies, y sonrió al ver cuatro armas apuntando hacia él, desde las dos puertas que correspondían al muro.
Sin intentar mediar palabra, los hombres dispararon y dispararon, sorprendiéndose al ver cómo ninguna bala impactaba en ese pequeño cuerpo. Chuuya sonrió, sacando dos cuchillos de esos que siempre portaba con él pero que nadie sabía dónde guardaba. Sin gran esfuerzo los arrojó contra dos de los más cercanos, derribándolos al instante con una puntería perfecta, aún utilizando su habilidad para frenar la lluvia de proyectiles. Dos menos.
Las dos personas restantes se espantaron al punto de dejar de accionar los disparadores para dedicarles a sus compañeros caídos una mirada de preocupación. En el momento en que volvieron a mirar al misterioso atacante, lo tenían encima suyo.

—Demasiado lento —murmuró triunfante, al momento en que pateó a uno de los dos arrojando el arma. Medio segundo luego, una segunda patada a la cabeza del mismo había hecho a los dos hombres chocar el uno con el otro y caer al suelo. Chuuya pateó el arma restante lejos de ellos y constató que estuvieran inconscientes. Al ver que uno seguía despierto, volvió a atacar hasta cumplir con ese objetivo.

Sobre instintos y amores ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora