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Esa misma noche, tan fresca y silenciosa, solo se vio interrumpida por los sonidos del viento acariciando las ventanas. Y por Osamu Dazai, quien caminaba a paso pesado hacia su habitación. En lugar de ir instantáneamente a la habitación luego de abandonar la oficina de Mori, se dirigió con molestia hacia el muelle de Yokohama, para simplemente caminar y despejar sus ideas. Estaba muy molesto por el trato recibido. Había decidido quedarse un rato ahí, aún con los papeles en la mano, hasta que recordó que, posiblemente su compañero lo estaría esperando, inquisitivo.

Se detuvo frente a la puerta de su habitación y recostó su frente en la misma. El olor de Chuuya invadía sus fosas, no había duda de que se encontraba dentro. Lo inhaló intensamente. No podía creer la cantidad de cosas que habían vivido en esos pocos días, tan intensos e increíbles. Sentía que habían madurado con ímpetu al aceptar darse una oportunidad. Y, sin duda, la estaban aprovechando, sobre todo el alfa.

No quería pensar en que Mori tuviera razón y que quizás pudiese dejarse llevar por sus sentimientos, mas si era por Chuuya, no le molestaba tanto. Además, sabía perfectamente que lejos de él, seguía siendo un demonio infame, impregnado en crueldad.
Sonrió amargamente, aún con todos los papeles abarcando una de sus manos mientras que la otra se había posado en el picaporte sin intención de moverse, y con su frente aún pegada a la puerta de madera. La luz de la luna atravesaba los ventanales del pasillo e iluminaba los ojos del castaño y la mitad de su rostro. Su respiración era agitada debido al tiempo que ya llevaba sintiendo a su omega del otro lado. No quería admitir que toda la situación, pese a ser muy bonita, estaba volviéndose incontrolable para su cuerpo; Chuuya lo traía alterado en todos los sentidos.

Sus cavilaciones se vieron interrumpidas cuando de un segundo a otro se abalanzó en contra de su voluntad hacia adelante. La puerta había sido abierta desde adentro, y se salvó de caerse de bruces debido a un par de dedos que se posaron sin delicadeza en su pecho para sostenerlo. Solo alguien podía tener semejante fuerza.

—¿Cuánto más piensas quedarte afuera? —espetó un Chuuya con una mirada confusa—. Te vengo oliendo hace varios minutos y veía tu sombra desde aquí.

—Así que tú también me hueles con claridad —sonrió, recuperando la compostura para terminar de ingresar a la habitación y cerrar la puerta.

—Desgraciadamente, sí —afirmó, observando al alfa recostarse en su cama. Él permaneció parado con los brazos cruzados—. De hecho, incluso aún huelo a ti —comentó con un tono de disgusto, claramente no muy convencido—. Ya sabes, creí que cambiándome y duchándome se iría un poco, pero no ha sucedido. ¿Era necesario hacer eso antes de abandonar el restaurante, maldito Dazai?

—Por supuesto que sí —exclamó—. Para mí es un verdadero placer oler nuestros aromas mezclados en tu piel, ¿no lo crees tú?

—De cualquier forma —suspiró—, prefiero que sea tu apestoso olor antes que el de otro alfa asqueroso —relajó sus brazos y se aproximó a la cama de su compañero, sentándose en el borde, a su lado. Juntó valor y lo miró—. Ha sido un lindo día, te lo agradezco.

—Vaya, no puedo creer cuánto he progresado contigo —bromeó, mas Chuuya lo siguió observando, solemne. Sus ojos azules centelleantes, punzándolo con intensidad. Considerando que nunca se molestaban en encender las luces principales y simplemente utilizaban las luces de las lámparas de sus cómodas, siempre se veían en penumbras cuando se encontraban allí. Dazai podía ver claramente el rostro medio iluminado de su compañero quien, sentado al lado de su cuerpo recostado, lo inspeccionaba con duda.

—Solo quería agradecerte —continuó Chuuya, con la misma mirada en sus ojos—. Ha sido un día muy grato.

—Comparto lo que dices —respondió con voz calma—. Ha estado bien.

Sobre instintos y amores ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora