PRIMER ACTO

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El traqueteo de cada dígito golpeando las teclas de la vieja máquina de escribir no representaban una constante que molestara a Hoseok terminando su ensayo de novecientas palabras. En los últimos meses había logrado acostumbrarse a la existencia de un aparato tan irritante y poco solidario. Debía estar muy atento, con todos sus sentidos despiertos, para evitar un error que le costara volver a comenzar.

Se dio un descanso después de presionar un punto. Talló sus ojos y se comió lo que quedaba de las golosinas que había podido contrabandear a su dormitorio. Tres paletas y unas gomitas con azúcar. No existía luz mas la proveniente de su bombilla eléctrica, afuera, según su ventana con la persiana americana abierta, la noche era densa y maliciosa.

Su reloj de mano marcaba las cuatro cincuenta de la mañana. Hoseok, con una mueca fastidiada en el rostro, no supo si era demasiado tarde para irse a dormir o muy temprano para hacerlo. En su defecto, todo había sido culpa suya por dormir después de terminar con sus clases y olvidar sus trabajos pendientes. No conforme con ello, la Olivetti era buena gritando que en mecanografía apestaba.

Pero solo eran veinte palabras mas y se iba al carajo.

Con cuidado, volvió a su tarea con el deseo de poder llorar de satisfacción en su almohada por lo menos una hora y cuarentaicinco minutos. Solo necesitaba concluir con un punto final y su nombre.

Su grito de triunfo no despertó a nadie pero su buen humor se desvaneció al quitarse los anteojos con demasiado furor, logró que se partieran por la mitad tan solo lanzarlos al suelo.

Consiente de que no era la primera vez, con cuidado, se quitó su reloj de manecillas y lo dejó en el mueble. Ese objeto era importante porque sus hermanos se lo habían obsequiado en su decimoquinto cumpleaños.

Estando todo el tiempo en calzoncillos le permitió elaborar el propósito de cubrirse con las sabanas con facilidad. Dormir para Hoseok era efecto de un parpadeo, caía demasiado rápido y por esta vez, tenia que despertar apenas la luz traspasara el cristal de la ventana.

Halfenaked tenia tres tipos de alumnos subsistiendo dentro de sus gruesas paredes. Los desgraciados solían ser los que despertaban con el itinerario de la primer clase a las siete en punto. Los afortunados, quienes despiertan despues de las nueve, que bien pueden confundirse con los ociosos. Y los de buen habito, despiertos a la ronda del manjar matutino de la cafetería, a las ocho y cuarto.

Jung Hoseok, con la suerte de cualquier alumno de segundo grado de bachiller, era de los que encajaba en los tres. Su primera clase aquel miércoles comenzaba a las siete.

Por eso grande fue la sorpresa al escuchar el campanario de la Torre Central, a las seis y media, anunciando una inspección de dormitorios. El Escuadrón Disciplinario llego hasta el edificio de los dormitorios en formación. Actuaron rápido con un ritual que había sido fuente del entrenamiento para alumnos pertenecientes a dicho escuadrón. Un ciento de ellos iban enfocados a la milicia, no conforme con ello eran de excelencia académica. No eran alumnos de élite porque las élites hoy en día ya no existían, representaban el nuevo orden.

Cada habitación fue allanada. Las pequeñas cajoneras utilizadas según cada cual, sonsacadas hasta el fondo, cajón por cajón. Objetos extraños, muy personales, se extrajeron según las normas internas, algunas otras fueron puestas en duda, no obstante se empeñaron en encontrar algo.

Hoseok estaba en la lista de sospechosos contrabandistas, no solo por sus dulces, la primera (y ultima vez) habían encontrado tabaco que no era suyo y pertenecía al viejo dueño de la habitación en la cajonera. Fue fichado desde su primer día. Pero desde aquella vez ahí solo había ropa de algodón, utensilios para el aseo, algunas novelas viejas, su Walkman junto a Cd's y la fotografía de su familia enmarcada y puesta cuidadosamente por encima de todo.

INMORAL 狼; HOPEVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora