Capítulo 5

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POV: Enzo

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POV: Enzo

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¿Puede uno enamorarse de una sonrisa antes de saber que tan profunda es la atracción que se siente hacia la dueña de esa sonrisa? Esa atracción que domina tu mundo. Qué lo pone patas arriba. Esa chica que cambia de rumbo tus pensamientos, tus deseos y tus convicciones de vida como si se tratara de un sortilegio maniobrado por el destino.

Nada lograba distraerme de mis pensamientos hacia Adara. Simplemente no podía quitármela de la cabeza. Solo con pensar en ella, conseguía que se esfumara de mí el cabreo que traía de Dublín; lugar en el que había estado hace apenas unas horas.

La vi llegar al muelle como una diosa, envuelta en un vestido del color de la pureza, que gritaba a voces que todo hombre dejara su vista en ella, y se recreara todo el tiempo que deseara. Piel de marfil. Cuerpo esbelto con unas provocativas curvas. Piernas largas. Sonrisa angelical. Sus rasgos eran como los de un ángel, como los de una «banríon» cincelada en escultura hecha para ser adorada. Había grabado en mi mente cada diminuto trozo de Adara porque sabía que no volveríamos a encontrarnos. Su pelo largo marrón chocolate que caía seductoramente por su espalda. Tenía unos profundos y expresivos ojos azules. No parecía nada superficial, puede que diera esa impresión por cómo iba vestida. Pero no. Su inocencia y su timidez lograron dominarme.

Su belleza dulce, pura y natural era muy peligrosa; porque eso podía volver loco a cualquier hombre.

A mí...

Recordé ese momento en el que me dijo su nombre.

Soy Adara Rose.

Asomó una sonrisa tímida y tan sincera alterando mi sangre.

Ladeé el rostro suspirando, dejando la cabeza agachada. Había oído algo de que unas chicas querían ir hacia la isla Williams. Otras curiosas. Pero no esperaba que Adara fuera tan distinta. Y lo supe en el mismo momento en que entró en el muelle, pidiendo, más bien suplicando que la llevaran hacia la isla. Desde mi barco la observé. Sé que ninguno —y conocía bien a todos los pescadores de Roundstone—, se arriesgaría a llevar a Adara hacia la isla. Aquí todos nos conocíamos y sabíamos de la isla Williams. Aunque sinceramente, yo no creía —o más bien no quería creer— que estaba maldita.

Pero ella parecía tan valiente, tan temeraria, tan indomable ante las supersticiones que rodeaban a esa isla desde hace años. Fue una de las cosas que me fascinó de Adara.

Todos los curiosos venían aquí movidos por la morbosidad de ver si era cierto o no lo de la «maldición», pero siempre encontraba en sus rostros ese profundo temor que por más «valentía superficial» que intentaran mostrar por fuera, al final se les veía. Pero con Adara había sido tan distinto.

Aún no lograba encontrar en mi cabeza cómo había conseguido que yo aceptara llevarla a la isla.

Esa sonrisa que tiene es muy peligrosa. Pensé con el ceño fruncido.

El deseo de Enzo [Deseo Éire #1] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora