Capítulo 19

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POV: Enzo

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POV: Enzo

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«Berenice Williams». Ese era el nombre de la chica de la foto en blanco y negro que Adara se trajo hasta la cocina y que yo le arrebaté para verla, porque no había dejado de tenerla contra su pecho como si intentara ocultármela. Al principio me quedé helado, pero mi mente no tardó en conectar a Berenice con la misma mujer que vi en la iglesia y en la carretera en días atrás. ¡Era esa mujer! Cualquiera me llamaría «loco» si le contara que podía ver a un fantasma y hablar con él.

Lo peor y lo que me consumía la conciencia era haberle mentido a Adara diciéndole que no me sonaba Berenice de nada. Tenía que dejar de hacer eso, porque así no la protegía, sino todo lo contrario, la dejaba indefensa.

Y ahora estaba en el bar de Gredson, presenciando todo.

Había pasado en cuestión de milésimas.

A Oliver le había explotado la jarra en su misma mano.

Adara tenía razón. Hombre que se le acercaba, hombre que resultaba herido.

Pero eso no me pasaría a mí.

Cuando vi lo que Adara intentaba hacer, juro por Dios bendito que los celos me comieron vivo. Y Oliver no era mi enemigo, y por unos segundos así malditamente lo había visto.

—Lo siento chicos, otro día nos vemos. Mi padre hace una montaña de un grano de arena...

Joder, quería reaccionar y decirle a Oliver que no se preocupara, que lo primero que tenía que hacer era curar su herida y que nosotros éramos lo de menos. Pero no podía moverme. Incluso pude escuchar un murmullo de los labios de Adara diciéndole «lo siento».

Como una estatua, no dejé de mirar la puerta roja de vaivén que llevaba hacia la salida de emergencia del bar-restaurante.

¡Ahí estaba! Esa mujer de negro. La misma que la de la carretera y la iglesia. En otras palabras más abreviadas; Berenice Williams. Una mujer que murió hace muchísimas décadas.

La cínica sonreía.

Mantenía su mirada fija en Adara... ¡y sonreía!

—Te lo dije, pero tú no me hiciste caso. Mira lo que he hecho —su voz desgarrada por el sufrimiento logró sacarme de mi trance y bajé la vista hacia Adara. Estaba en vuelta en lágrimas y tormento—. ¡Berenice nunca me dejará en paz! ¡¡Aléjate de mí, Enzo!! ¡O si no me voy a largar de aquí!

Sus últimas palabras fueron brutales, me abatieron. Me pilló por sorpresa que sus pequeñas manos pudieran tomar una extraordinaria fuerza, y apartarme tres pasos de los cuales casi perdí el equilibrio. ¡Había logrado zafarse de mí!

—¡Adara! —le grité angustiado viendo cómo se iba, desecha en llantos. Hice el amago de ir a por ella pero mi mente loca no estuvo dispuesta a abandonar el bar, y retorcí mi mirada glacial hacia Berenice, que posó su tranquila e insensible mirada en mí. Y como si estuviese satisfecha, se dio la vuelta marchándose por la puerta de vaivén.

El deseo de Enzo [Deseo Éire #1] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora