Calypso #1 ››j. jaehyun‹‹

09

La risa de Donkey se escuchó con fuerza, este no dejaba de observar a la castaña y reírse de su mala suerte

—Deberías ayudarme en vez de reírte

—Oh no sorciere, aquí cada uno es responsable de sus tareas y... Tampoco soy un caballero para ayudarte —La sonrisa en su rostro no parecía abandonarlo, sus ojos la barrían con gracia mientras negaba con su cabeza.

—¡Donkey! —Escuchó un grito por la proa proveniente de condestable, el hombre encargado de cuidar y reservar las armas del Canto y de inmediato borró su sonrisa de mala gana.

—Me voy sorciere

Donkey no era mala persona y Roseanne se sintió feliz de tener a alguien con quien poder hablar, este no dejaba de contar cientos de historias sobre los viajes a los que había ido, las islas que había conocido y de todo el oro que jamás había poseído, este le aseguró que Calipso no sólo protegía al capitán, protegía a la tripulación completa pues La serpiente no es nada sin el Canto y cuando te enlistas para partir con él tu pasabas a formar parte del Canto.

¿Roseanne formaba parte del canto? 

El viento estaba a su favor y cuando el barco se encontraba con las velas desplegadas se veía imponente como lo contaban en las leyendas. Y según Donkey cuando llevaba esa velocidad no podían hacer mucho trabajo, todos se mantenían atentos a su alrededor y bien apoyados para no caer.

Sabía que el viaje sería largo, peligroso y muy pesado para dos mujeres que nunca habían pasado tanto tiempo sobre un barco y a contrario de Roseanne, su madre parecía que se encontraba un poco preocupada y triste por tener que ir a hasta la Isla de Circe, lugar donde el coven se refugiaba, el mismo que rechazó a Roseanne antes de nacer.

El coven se había fragmentado mucho desde sus mismos inicios, con muchas contradicciones entre sí y diferencias esenciales a diferencia de una de las tres leyes que este estableció. «Cada acción mágica buena o mala cometida volverá sobre quien la realizó aumentada por tres, en el cuerpo, el alma y el espíritu».

Había leído su historia por cientos de libros que su madre tenía en su hogar y la historia se resumía en que la corona había abusado del coven durante muchos años hasta que estos decidieron huir tan lejos que en la actualidad es imposibles encontrarlos, sin tener algún tipo de contacto con la humanidad.

Esa noche en particular y después de que su madre se durmiera, Rosé salió de su camarote, no porque le gustara desobedecer a su madre, simplemente encontraba exageradamente encantador ver el mar durante la noche, había algo dentro de ella que no podía explicar con claridad, una fuerza magnética que la atraía hacía el mar, cada vez que este golpeaba el barco parecía una voz que solo Roseanne escuchaba, una voz masculina, un susurro casi imperceptible.

Dejó que el frígido viento jugará con su cabello y acariciara su piel. Al abrir los ojos notó la silueta del capitán recargado en la orilla cerca de la cubierta.
Roseanne tenía intenciones de acercarse a él y preguntarle sin ningún rodeo en sus palabras.