ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ᴠᴇɪɴᴛɪᴜɴᴏ

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Christopher

Treinta días.

Han pasado jodidos treinta días y aún no he vuelto a buscarla.

Quiero, deseo, anhelo ir en busca de ella y él bebé.

Mi bebé, mi hijo...

Siempre fui precavido con ese tema, siempre le pedí a Els que lo fuera también pero supongo que tenía que pasar, realmente teníamos mucho sexo o follabamos mucho, cómo dijo Els.

Els.

Mi pequeña rubia, su mirada me vio un vuelco en el estómago cuando me dijo esas crudas y verdades palabras.

Se que la herí, la dañe y el no haberla seguido ese día me traerá bastante consecuencias pero tengo que solucionar mis problemas del pasado.

Y creo tener el valor, así que antes de que me arrepienta salgo de mi oficina y cuando llegó al estacionamiento abro el carro.

En el camino los recuerdos me atacan la mente estremeciéndome. Se que no tenía la suficiente madurez, pero sabía lo que era bueno y malo, mis padres me inculcaron valores que me pase por las pelotas por cobarde.

Hice un juramento a los catorce años por haber sido un irresponsable, un poco hombre y no haber afrontado mis responsabilidades.

Cuando llegó a mi destinó el aire fresco de la tarde me eriza y no sé si es por eso o por el lugar en el que estoy.

La última vez que pise este lugar fue hace doce años, tenía exactamente catorce años y pensándolo bien hoy en día con mis veintiséis años era un niño joder, un niño tonto e inmadura.

Las hojas van quedando atrás con cada pisada que doy y comienza a crearse un nudo en mi garganta, el pecho me arde y los ojos los cierro fuertemente cuando estoy adelante de lo que tanto me hace daño.

Joseph Cart
&
Andrews Vélez
Q.E.P.D

-

— Lo siento. — murmuró haciendo que me ardan los ojos.

Joshep

La conocí en la escuela, éramos unos adolescentes con catorce años con las hormonas revolucionadas. Yo había empezado mi vida sexual unos meses antes y sentía de lo más natural follar con las chicas hasta que me tope con Joseph.

Tenía la piel trigueña, ojos marrón claro y el cabello castaño miel, era realmente hermosa. Para mí en esa edad acostarme con las mujeres era un juego, la excitación me ganaba y mi mente se manejaba en base a eso, no tenía idea de nada, enfermedades, dolor, embarazos...

Y ahí fue cuando me aterró el sexo, Joseph quedó embarazada. Me lo contó al cuarto mes y nadie lo sabía, solo yo. Le dije cosas horribles, la traté mal, le dije que ese bebé no podía ser mío y que no me importaba lo que pasaría porque yo no me haría cargo de un... bastardo y una zorra.

Esa palabras me costaron años de traumas porque una semana después Joseph había abortado y a los días se había suicidado dejando la urna del bebé a su lado.

Andrews Vélez.

Decía claramente la urna.

Mi hijo, mi pequeño hijo había sido atacado del vientre de su madre por mis crudas palabras.

Joseph me dejó una carta, una maldita carta donde me había confesado que era virgen, que no estaba con tratamiento y que el bebé era mío porque nunca había estado con nadie más.

SECRETO // ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora