CAPÍTULO XX

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In-Jae me llevó en su auto, al bar donde siempre íbamos a tomar algo.

Mientras íbamos en el auto, ninguno hablaba y yo, como no podía controlar mi ansiedad, me mordía las uñas sin poder procesar todo lo que estaba pasando.

—No hagas eso —me retó In-Jae mientras miraba al frente.

—¿Hacer qué? —pregunté confundida.

—Culparte a ti misma.

—E-es que... no puedo evitarlo —ya me conocía lo suficiente como para saber incluso lo que pensaba.

¿En qué me había metido? De haber sabido que todo esto iba a pasar, ¿hubiese accedido a estar con SeokJin?

Dios mío Jin, en qué nos hemos metido.

Unos minutos después, ya estábamos dentro del bar, sentados uno al lado del otro en la barra.

—Bebe esto, ayudará a que olvides algo al menos —In-Jae interrumpió mis pensamientos mientras me ofrecía un trago.

Era muy temprano para tomar alcohol, pero lo recibí y me tomé la mitad de un solo trago.

—Sabe horrible —fruncí mi frente y nariz.

—No dije que fuera rico. Sólo es para que te embriaguez, no para que disfrutes.

—¿Cómo puedes bromear en un momento así? —repliqué nerviosa.

—Lo siento, cuando me pongo nervioso generalmente hago bromas malas.

Suspiré y, sin mirarlo, tomé otro trago.

—De todas formas, gacias por sacarme de allí, aunque no creo que esto solucione algo.

—No, nada se va a solucionar ahora, sólo te saqué de allí para que no te mataran.

—Ja, ja, muy gracioso. Aunque debo decirte que eres un grandísimo idiota —asentí con mi cabeza convencida en cada palabra que había dicho.

—¿¡Y eso por qué!? —se quejó asombrado— Te salvé de...

—Me mandaste el artículo el día de mi cumpleaños. No sé qué querías lograr, pero felicidades, ganaste el premio al amigo más idiota de este bar —lo interrumpí.

—Lo siento...

—No me vengas con disculpas falsas, te conozco bien como para saber tus intenciones.

Miró para un costado y agachó su cabeza como un niño al que recién habían regañado.
Estaba por responderme pero, antes, yo di un pequeño salto sobre mi asiento y dije sobresaltada:

—Dios mío, ¿qué pasará con Jin? Ahora todos los fans se han enterado. ¿Y su carrera? ¿¡Y las sasaeng*!? —pregunté al aire.

—Tranquila, a esas respuestas no las tengo. Sólo diré que ya se acomodará todo y que por ahora debes pensar en ti —trató de reconfortarme mientras me volvía a sentar.

Cuando iba por el segundo trago, recibí una llamada de mi jefe.

—Ay Dios, estoy temblando.

—Atiende.

—Ya voy —acepté la llamada—. Buenos días señor.

Buenos días Choi Suni, ¿podría venir a nuestra oficina esta tarde?

, señor.

—De acuerdo —me cortó el teléfono

—Se escuchaba bastante irritado.

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