Nico miraba con atención los papeles sobre su mesa. Estos eran la fórmula de la poción, la misma que habia cambiado a su amigo físicamente, como mentalmente, de una forma horrible. Nico pensaba seriamente que hacer. Cerró sus ojos y respiró hondo.
Miró la hora en su reloj. Tenía tiempo, así que, creó las dos últimas dosis de la poción. Las guardó en dos tubos de ensayo pequeños, los tapó con un corcho y los puso en la nevera portátil de su habitación, guardando consigo la formula. Pero aún quedaba un poco más de la fórmula que se quedó en un recipiente de matraz florentino.
Nico, al igual que todos, era tentado por la fama y sus instintos le impedían destruir al completo su creación más preciada. Nuevamente, aquella noche tampoco pudo dormir.
Por otro lado, Jonah dormía plácidamente a pesar de tener unas ojeras que se expandían cada vez más, al pasar un día sin tomar la poción. Este, soñaba que era Hanna. Caminaba por las calles, atrayendo la mirada de todos. Le miraban el culo o las tetas, y no le importaba. Solo queria que los demás se fijaran en su figura. Una sonrisa se formó en el rostro de Hanna y de Jonah.
Al despertar, fue al baño y se miró en el espejo. Rechistó, al seguir estado en su cuerpo de hombre y se lavó los dientes, acto seguido se cambió de ropa, hizo la mochila y fue hacia el instituto. «¿Por qué tan diferente?», la voz de Hanna resonó en su cabeza. Su otra conciencia le sentía diferente. Jonah no respondió. «¿Qué piensas hacer con Nico y Laura?», le preguntó. Jonah se paró en seco. Tenía la mirada al frente, perdida. No queria pensar en ellos, solo con oír sus nombres, sus cinco sentidos se detenían por unos instantes. Pero a pesar de estas señales, Jonah no se arrepentía de lo que hizo y sonrió. «Bien, bien».
- Recuerda... No necesitas ayuda de nadie, me necesitas a mí. Así que prepárate. Nico y Laura estarán esperándote a la vuelta de la esquina.
Pero a la vuelta de la esquina no había nadie. Al entrar al instituto, Jonah no se topó ni con Laura, ni con Nico. Pensó que tal vez, habían decidido alejarse de él. Llegó a su clase. Se sentó y miró a su alrededor. Nadie le miraba. Lo más extraño de todo era que Nico no estaba. «Ese niño no es más que un cobarde», pensó entre risas. Al terminar la clase, Jonah caminó hacia la siguiente. Pasó por la taquilla de Laura. A esas horas, ella dejaba sus libros allí, pero tampoco habia rastro de ella. Jonah olía que algo no iba bien y siguiendo con su rutina, asistió a la siguiente clase, y a la siguiente, y a la siguiente, y seguía sin haber rastro de ellos dos.
«Mira por donde, los tortolitos no han venido», afirmó Hanna en su cabeza.
- Pero no te confíes Jonah... Ellos no se han olvidado de ti.
Tenía razón y Jonah lo sabía.
Al acabar las clases aquel día, Jonah se dirigió de los primeros hacia la salida del instituto, pero se detuvo en seco, cuando vio a lo lejos a Laura. Esta movía su cabeza de lado a lado, vigilando que nadie la viera y corrió, adentrándose en el pasillo del fondo. Jonah la siguió con cautela. Al asomar la cabeza, vio como Nico y Laura hablaban. Se fijó en que el chico de gafas llevaba entre sus manos la poción. Jonah abrió sus ojos de par en par. Nico entró en la clase de ciencias y Laura salió corriendo en dirección a Jonah. Este se escondió tras una cornisa y cuando Laura pasó de largo, vio vía libre.
Jonah entró sigilosamente en la clase de ciencias, dejando la puerta abierta para que cuando cogiera la poción, pudiera marcharse lo más rápido posible. Nico estaba de espaldas, escribiendo algo en lo que parecía ser, la formula. De pronto, la puerta tras de él se cerró. Laura la había bloqueado y entonces, todo se reveló que habia sido una trampa. «¡Imbécil!», le gritó la voz en su cabeza.
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Sexy Señorita: La formula
Ficción GeneralJonah es un chico de bachillerato rebelde, no muy estudioso, guapo y creído. Nico es uno de sus amigos pero lo opuesto a él, siendo este estudioso, muy listo y con futuro en el mundo de las ciencias. Por cosas del destino, Nico crea una poción que...