Capítulo 24

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Hanna estaba agotada, pero tuvo las fuerzas suficientes para abrazarse junto a Nikki, juntando sus cuerpos desnudos y apretando sus grandes pechos contra los de Nikki. Las dos respiraban con intensidad, pero las dos estaban felices. Hanna miraba con cierto aprecio a Nikki.

- Siento lo que te hice en el instituto, fui una completa idiota –Dijo–. Pero esta noche, quiero empezar de cero. ¡Has sentido lo mismo que yo! Entiéndeme –Le dijo–, ...Entiende porque quiero quedarme así.

Nikki se quedó callada, no dijo ni una sola palabra. Tenía la mirada fija en Hanna.

- Eres una mujer muy guapa –Dijo pasando sus dedos por los labios de Nikki–. Y creo que tienes una mente capaz de hacer esto permanente. Yo confió en ti.

Hanna acercó la cabeza de Nikki a la suya y la besó otra vez. Ella le siguió el beso, cerrando sus ojos y parecía sentir lo que Hanna sentía. Las dos se separaron y se miraron, «Yo también lo siento», dijo Nikki, sonriéndola. Hanna también sonrió.

- Esta noche he descubierto que también me gustan las mujeres guapas, como tú –Dijo sonriéndola–. Por favor, encuentra una forma de hacer esto permanente y quédate conmigo... –Le suplicó–. Tu como Nikki, y yo como Hanna. Hazlo por mí.

Esta vez, fue Nikki quien acercó su cara a la de Hanna, besándola. Con ese acto, Nikki se había declarado a Hanna queriendo quedarse como una mujer y vivir el resto de sus vidas junto a ella. Hanna lo sentía, sentía que eso era verdad.

Nikki se puso sobre Hanna. Sus pechos se juntaban y se tocaban, con los pezones rozando los unos con los otros. Hanna estaba feliz de haber encontrado lo que quería, y si de verdad Nikki conseguía hacer este cambio irreversible, viviría junto a ella sin preocuparse por los demás, solo por la persona a quien deseaba, Nikki.

Pero... Aprovechando que Hanna estaba centrada en el beso que Nikki le estaba dando, alargó su brazo hasta la barra de metal en el suelo que se encontraba a los pies de la cama. Lo cogió. Ella separó sus labios de los de Hanna quien aún no se había dado cuenta.

- Espero que algún día me perdones.

Hanna estaba confusa ante las palabras de Nikki y observó como levantaba la barra de metal, golpeándola con fuerza y dejándola aturdida. Nikki se levantó de la cama y trató de coger la formula tirada en el suelo, pero Hanna se abalanzó rápidamente contra ella, forcejeando y tratando de arrebatarle la barra de metal entre las manos de la chica.

- ¡Pensé que querías estar junto a mí! –Le gritó enfadada. Nikki la apartó de un codazo, pero Hanna le había arrebatado la formula–. ¿Por qué? ¡¿Por qué haces esto?! –Hanna se sentía traicionada.

- ¿Y tu me preguntas el por qué? –Preguntó enfadada–. Y no te atrevas a llamarme Nikki, ¡Me llamo Nicolás, Nicolás Martín! ¡Y siempre lo seré! Tan solo te he dicho esas cosas para poder coger la barra de metal que has utilizado contra mí –Reveló–. Mírate, Jonah. ¡Mira a que extremo hemos llegado! Peleas sin fin, transformaciones permanentes y amores sin sentido –Comenzaba a entristecerse, sus ojos se cristalizaban, pero Hanna no podía verla a causa de la oscuridad de su cuarto–. Solo tienes ojos para mí, ¿Y que ha sido de Laura? ¡Solo tenías ojos para ella hasta que comenzaste a volverte un maniático! Esa es la verdad –Le costaba hablar, sentía que lo que quería decir dañaría a quien una vez fue su amigo. Agachó la cabeza–. Tú no eres Jonah... Tú no eres quien me ayudó en la primaria de esos abusones –Levantó la cabeza–. ¡Ya no se ni quién eres!

Cegada por la ira, Nikki atacó rápidamente a Hanna, pero esta logró esquivar su ataque. Hanna corría de un lado a otro de la habitación, alejándose de Nikki quien la perseguía violentamente. Hanna cogió la nevera portátil de la habitación y la lanzó contra Nikki, quien se protegió, recibiendo solo una parte del daño. Entonces, Hanna la golpeó en la cara y pasó velozmente a su lado para huir, pero Nikki le puso el pie y tropezó, haciendo que soltara la formula. Nikky se abalanzó sobre el papel, siendo más rápida que Hanna. Esta se puso sobre Nikki y comenzó otro forcejeo por el poder de la formula. Nikki puso su pie sobre la lisa barriga de Hanna y la lanzó lejos de ella. Se levantó y salió de la habitación, topándose con su madre quien gritó asustada.

Nikki bajó las escaleras con intención de ir a la cocina. Hanna iba detrás de ella, pero al entrar en la cocina, Nikki tenía entre sus manos el mechero encendido y un solo movimiento sería suficiente para quemar el papel que contenía la fórmula de la poción.

- Es verdad que sentir estos placeres son adictivos y más si los tomas con frecuencia. ¡Por eso nadie puede tenerlos Jonah! ¡Nadie puede experimentarlo para que acaben como tú! –Dijo quemando el papel.

Hanna gritó. Empujó a Nikki y quiso apagar las llamas que envolvían la formula, pero Nikki la retuvo, ganando tiempo. «Ya no hay vuelta atrás», afirmó, resistiendo los golpes y arañazos de la chica quien lloraba. Los ojos de Hanna observaron como poco a poco, las llamas acababan por consumir la única forma que tenia de cumplir su deseo. Se dejó caer entre lloros al ver como su esperanza se fundían con las llamas. Empezó a sollozar. «Lo siento. Pero entiende que lo he hecho por tu bien», le dijo Nikki, quien dejó de sujetarla para abrazarla.

Hanna comenzó a llorar mientras era abrazada por Nikki. Ya ni trató de matarla, tan solo, se dedicó a llorar hasta no poder más.

- Lo siento Jonah. – Dijo la voz en su cabeza. – Pero ya no podré seguir siendo una parte de ti. – Y entonces, esa voz que tanto le había manipulado, desapareció.

Sexy Señorita: La formulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora