CAPÍTULO 7: Solidaridad....

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Detuve el auto en frente de la cafetería. No conocía muy bien este lugar en particular.
Apoyé mi cabeza contra el volante, dejando escapar un pesado suspiro. Solo necesitaba dos segundos para actuar relajada. Aunque la verdad es, que estaba muerta del cansancio.

Coloqué la alarma al descender del coche. Me colgué el bolso, e ingresé a la pequeña cafetería.
No tuve la oportunidad de cambiarme de ropa, por lo que llevaba los tacos, el pantalón de vestir, la camisa y una chaqueta de color gris. La clásica empresaria.

Al ingresar, me encontré con las clásicas mesas cuadradas, una al lado de la otra. Me dirigí a la pequeña especie de barra donde se podía tomar asiento y pedir algo. Allí, me encontré con un hombre de unos cincuenta y algo años de edad, el cuál, me recibió con su gran y amable sonrisa.

-¿Café?- me preguntó, secando sus manos.

- No...- negué -Busco a uno de sus empleados. Me dijo que podía encontrarlo aquí- afirme.

-¿Eres la que dirige ese proyecto?- levantó una ceja curiosa, a lo que yo asentí -Ohhh.... sí...- comprendió -¡Oye, muchacho! ¡Tú cita ya está aquí!- alzó la voz.

Apreté mi ceño un poco incomoda por el alto sonido de su voz. El señor me sonrió a lo que yo le devolví la sonrisa, que seguramente fracaso y fue tan sólo una mueca.
Rita, no me dio mucho detalle sobre el  lugar donde, el hombre que recomendó el señor Robinson, trabaja.

-En un instante estará aquí...- siguió hablando el amable dueño -... seguro está ocupado con algunas cosas.... por cierto, eres muy joven para ser empresaria. Debes de ser muy inteligente- agregó, asombrado.

-Yo....- dudé en responder. Bajé la mirada como si la respuesta se encontrará escrita en la barra.

-Oh, aquí está- soltó el dueño del café.

Cuando mi mirada se encontró con su rostro, no podía creer la mala suerte que tenía. Llevaba puesto unos jeans negros, y una campera de jeans. Su calzado, son unas simples y sencillas zapatillas. Nada de marca. Y un delantal con el nombre de la cafetería.

-Ohhh.... mierda- soltó, al pasar por el marco de la puerta que unía dos habitaciones contiguas -Señor....¿Puedo tomarme un tiempo?. Ya le comenté lo del proyecto...- agregó en voz más baja.

- No hay problema, muchacho- sonrió -Ve, yo me ocupo-

Miré al hombre.

-Sigueme- me pidió, Alex, fijando su mirada en la mía.

No puedo tener tanta mala suerte. ¿Justo él?. De tantos chicos que hay del otro lado, ¿Por qué siempre él?.

Rodeó la barra y se encaminó por el lugar hasta que terminamos por tomar asiento en una de las mesas. Los asientos, eran alargados y rodeaban a las mesas. Se asemejaban a los sofás. Y las mesas, se encontraban decoradas con un pequeño florero. El lugar, sin lugar a duda, es bellísimo. Con esa mezcla de lo antiguo, con lo contemporáneo. Me agradaba. No es muy sostificado, pero, sin lugar a duda, es distintivo.
Dejé mi bolso a un costado. Distraída con los detalles del lugar.

- ¿Comenzamos?, no tengo mucho tiempo libre-

Oh....

La voz de Alex me trajo de vuelta a la realidad.

-Seguro- asentí -Después de todo a eso he venido- susurré por lo bajo.

Saqué la portátil, y me coloqué mis anteojos. Todo, en silencio. Salvo por la música que reinaba en el lugar. Por cierto, una tranquila y suave melodia. Me agrada. Da un ambiente más... íntimo.

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