Capítulo 50

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Lo mejor que hacía últimamente era dormir, morir por unas horas y desconectarme de mi realidad era la acción predilecta en estos últimos días.

Pero esos duraba poco, y a mis percepciones, dormía 8 horas pero parecían 5 minutos.

Era como si de alguna manera mi mutación vampírica me agotara, como cargar con una armadura de hierro todo el día y cada mañana al despertar el pesar de una noche tan corta y sin el descanso adecuado me hundían en un círculo vicioso del agotamiento.

No podía pasar otro día en ese estado, aunque Sebastián afirmaba que pasarían pronto todos esos malestares, era insoportable, el dolor en la quijada por los colmillos, que a lo largo del día se convertían en jaquecas y debía beber un sin fin de infusiones para calmar esos Dolores en la sien, empecé a beber el placebo de Carlo pero no tenía ningún efecto positivo en mi, más que adormecerme y hacer la recuperación de mi herida imposible, aunque era verdad que en apariencia estética Lucía mejor, prefería estar como antes y solo preocuparme por mi asma, era como si me recuperara de cinco cirugías estéticas, todo me dolía, pero me miraba muy bien.

Era temprano, las ocho de la mañana, el clima comenzaba a ser cálido, al menos ya no estábamos a grados bajo cero y las nevadas cesaron, así que la luz del día era más clara y atravesaba las ventanas anunciando el comienzo de un nuevo día.

Como todas las mañanas, Laura entró con una jarra de agua tibia y hojas de lavanda, con ese tipo de infusiones me limpiaba la cara.

—Buenos días Aly —Saludó.

La notaba nerviosa, algo tenía entre manos.

—Buen día Laura —Salude un tanto intrigada —¿Ocurre algo?

—¿Debería ocurrir algo? —Contestó distante y abriendo la cortina aún más.

Esa respuesta me confirmó que algo ocurrió, su intento de ausencia me alarmó.

Se dibujó cierta incomodidad en la habitación, no dije nada más ni ella, me ayudó a vestirme y a mi arreglo, acertando en mis sospechas que algo ocurría, se esmeró más aún, poniéndome un vestido nuevo y bien planchado y peinandóme con el cabello recogido pronunciando mis rizos en bucles.

En Pódroga, no había toda la cosmética que en el mundo actual, dejando prácticamente a las mujeres a su suerte de una belleza natural, pero se ayudaban con maquillaje orgánico, por ejemplo, Laura perfilaba mi cara rellenando mis cejas con polvo de almendras tostadas, pellizcaba mis mejillas para tornarlas rojas o usaba jugo de betabel como tinta para mejillas y labios, y con  ayuda de una cuchara de madera rizaba mis pestañas, había más cosas como polvos de arroz y cera de abeja, pero eso era lo que ella me hacía cuando había una situación especial. Alarmante si la desconocía.

—Creo que si sucede algo — Musité con la cabeza gacha.

—Aly, por favor, no hagas enojar a Sebastián. —Pronunció rápidamente cuando se escucharon pasos acercándose, agitando mi corazón.

Efectivamente era Sebastián quien tocó entrando. 

-¿Está todo listo? - Sólo se dirigió a Laura.

-En un momento baja Asti.

Sebastián me dedicó una mirada seria, asintió y cerró la puerta yéndose.

-¿A qué te refieres? -Miré fijamente a Laura.

Esta suspiró.

-Aly, acompañarás a Sebastía a la estación de tren.

-¿Para qué? 

-A recibir a Julian Hendersón.

Mi corazón se detuvo en seco y a los tres segundos estallo de alegría y miedo, empecé a temblar, anhelaba ver a Julia, casi un año que no lo veo ni hablo con él, el recuerdo de su voz cálida se empieza a disipar dentro de mi cabeza, necesitaba ver esos ojos color esmeralda tan cálidos para mí; pero temblé de miedo al saber que se verá involucrado en la maraña que tenemos con Thiel y Víctor Astorga. 

Eternos: Memorias RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora