Capítulo 11

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Nadie decía nada, las miradas letales de Haesen y Evan se apoderaban de la sala.

-¿Pero dónde están mis modales? -Evan habló - Señores, quedan cordialmente invitados a la celebración que se llevará a cabo el viernes en mi casa. Por favor señor Hidren no falte, y Haesen, me tiene sin cuidado si asistes o no.

-¿Perderme ese evento? No, claro que no -Haesen sonrió sínico -Aún así, Tía Agatha me dijo que esperaba mi presencia para que baile con ella algunas piezas.

-Sigo sin entender ese peculiar gusto que tiene tía Agatha sobre tí Wilawooth.

-¿A caso son celos Harford? -Haesen levantó una ceja divertido.

-No me sirve de nada tomarte en serio Wilawooth. -Evan suspiró -Aly, necesito hablar un momento contigo, ¿Gustas acompañarme? -Asentí -Con permiso Hidren.

No me quedó más remedio que dejarme llevar por Evan y mirar por el rabillo de mi ojo a Nicholas y a Haesen. Era mala idea dejarlos juntos, pero a estas alturas era peor idea dejar a Evan y Haesen juntos.

Evan me guiaba por los pasillos de Antares como todo un maestro, se notaba que conocía perfectamente cada pasillo como las lineas de la palma de su mano.

Llegamos a un salón nuevo para mí, pequeño, cálido y completamente decorado en tonalidades marrón con negro y verde esmeralda. Evan me soltó el codo hasta que la puerta estuviera bien cerrada.
Esperé a que él dijera la primera palabra.

-Supongo que a estas alturas sería estúpido de mi parte preguntarle si conoce el acuerdo Harford-Brown. -No contesté, Evan prosiguió hasta que notó mi pequeño asentir -Tengo conocimiento de él desde hace cincuenta años, Aly, y nunca pensé que terminaría contigo. Tu sabes que un contrato es un acuerdo que no se puede romper, y mucho menos para nuestra raza... -Se calló de repente y dio un suspiro -A lo que voy con todo esto es que... Alicia, cuando estés conmigo nadie podrá hacerte daño y tienes que saber que nadie puede hacerte sentir mal sin tu consentimiento ¿me entiendes? No me gusto nada -Evan empezó a alzar la voz -Escuchar al imbécil de Haesen Wilawooth insultarte de una manera tan hiriente y que te hayas quedado callada a cada palabra suya, no, ese imbécil ni nadie va a herir a mi prometida. ¡Me daban ganas de golpearlo al imbécil! Alicia, tienes que saber que nadie insulta a los Harford y...

-Evan yo nunca he aceptado casarme contigo -Lo interrumpí cuando empezó a gritar.

Evan se calló de repente, lo dejé sin palabras.

Suspiró después de un rato.

-Tienes toda la razón Alicia. Un caballero no tiene este tipo de comportamiento ante una dama -Evan se rebuscó en el bolsillo interno de su saco. Sacó una cajita de terciopelo roja y comenzó a arrodillarse -Alicia Brown -Su labio tembló -¿Quieres ser mi esposa?

Tomó mi mano sin permiso, yo estaba estupefacta, aunque sentía todo mi cuerpo rígido, Evan tomó mi brazo que parecía de goma y puso su pesado diamante blanco en mi dedo anular.

-Por favor, te lo ruego no digas que no -Apretó el ceño -Una clausula del contrato es no a la negación, por tu bien no te niegues.

Parecía que a Evan le atemorizaba más que a mí su dichoso contrato, en sus ojos se veía la súplica y el miedo a mi respuesta negativa.

-¿Puedo pensarlo? -Apenas susurré. Evan asintió.

-Sí, supongo que sí.

Quité mi mano de su agarre y salí corriendo de ahí.

Necesitaba aire, pensaba que estaba ahogándome y que iba a caer en cualquier momento si mi garganta no dejaba el paso libre al preciado oxígeno.
Corría y corría, todo nublado y enredado, me era más difícil encontrar la salida al jardín. Me detuve en un pilar, que estúpida estaba siendo, corriendo con el cuadro asmático ahogadome. Me recargué y eché la cabeza hacia atrás, recargando la nuca en el granito del pilar.

Eternos: Memorias RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora