Capítulo 17

411 34 2
                                    

Lyrio y yo estábamos en mi cuarto, acordamos arreglarnos en mi casa para la fiesta de los Harford. Mientras yo me sostenía fuertemente de mi escritorio, Lyrio tiraba de los cordones de mi corsé fuertemente, apretando y disminuyendo el espacio entre mis órganos. Me quejaba cada vez que daba un tirón y sentía mi cintura encoger con cada apretón que Lyrio daba.

-Deja de quejarte -Me dijo -Verás que te encantarán los resultados de un corsé bien ajustado.

Dio un par de tirones más y terminó.
Me miré al espejo, los resultados eran instantáneos: tenía una postura mucho más recta, mi cintura lucía más pequeña y delineada, e incluso me miraba el pecho más respingón. Tenía razón Lyrio, los resultados no me desagradaban, pero todo esto tenía el precio de la movilidad, la comodidad y el respirar bien.

-Lo ves, luces preciosa.

Lyrio había llevado todo su maquillaje que compró en Londres y unas cosas más. Ella me maquilló a contrastes vinos y rosa palmeado, terminando con una labial color vino potente. Me arregló el cabello en un moño a mitad de la cabeza con rizos muy marcados hechos por tenazas profesionales, nunca pensé que ella supiera maquillar y peinar tan bien. Le agradecí inmensamente porque ella llegó lista con su vestido peinado y maquillaje ya hechos, con un vestido en tonalidades azules y olanes con un corsé muy bien apretado delineando su figura delgada, Lyrio contrastaba con el albinismo de su ser; sólo ocupándose de mí.

-Gracias a ti -Le aseguré.

-Falta el último toque -Dijo y fue por mi antifaz.

Me maquilló muy estratégicamente para que aún con el antifaz puesto, el maquillaje cumplía su función al profundizar mis ojos.

-Ahora sí, lista -Me sonrió.

-Falta una ultima cosa -Añadí.

Fui por mi caja de madera, en donde se encontraba la preciosa gargantilla que me había regalado Nicholas.
Tomé la joya y yo misma la coloqué al rededor de mi cuello.

Lyrio la miró sorprendida.

-Que bonita gargantilla te dio Evan, Aly -Apenas murmuró. Sabía perfectamente que aún le dolía el recuerdo de Evan.

-No, no -La tranqulizé -Esta me la regaló Nicholas.

Lyrio sonrió diminutamente. Me sentía muy mal por Lyrio, era un sentimiento comprensivo de simpatía, es decir, a nadie le gusta ver a la persona que te gusta con otra.

Al parecer el gran complejo de mansión que tenían los Harford, les bastaba para tener su propio espacio social. Era un gran salón de mármol color crema luminoso, con grandes candelabros agarrados al techo por cadenas relucientes. La mesa del bufé era larga y amplia con una variedad de bocaditos y otros aperitivos para servirse al gusto, los meseros repartían en copas altas seguramente una fina Champage, vestidos en trajes negros de pingüinos y todos con antifaces blancos sencillos pero elegantes. La música era en vivo con una orquesta que tocaba melodías suaves en violines, flautas y violonchelos, los músicos usaban el mismo antifaz que los meseros, a excepción que sobre salía una pluma negra de su sien derecha.

Todo relucía de limpio, hasta los invitados estaban bien vestidos en trajes de época y todos con antifaces de diversos colores y texturas. Todos tenían un aire de grandeza y superioridad en la sala, me sentí muy pequeña e invisible.

Mi tío se separó pero se nos unió Jack. A los minutos me encontré con un Evan muy bien vestido en un traje negro y un antifaz a medio rostro muy parecido al del la novela El fantasma de la opera, Evan no pudo ser más ingeniosos, un lado del antifaz le cubría un ojo color miel y el otro libre para apreciar su ojo verde.

Eternos: Memorias RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora